LECCIÓN 309
Hoy no tendré miedo de mirar dentro de mí
1. Dentro de mí se encuentra la Eterna Inocencia, pues es la Voluntad de
Dios que esté allí para siempre. 2Y yo, Su Hijo, cuya voluntad es tan ilimitada como la Suya, no puedo
disponer que ello sea diferente. 3Pues negar la Voluntad de mi Padre
es negar la mía propia. 4Mirar dentro de mí no es sino encontrar mi
voluntad tal como Dios la creó, y como es. 5Tengo miedo de mirar
dentro de mí porque creo que forjé otra voluntad que aunque no es verdad hice
que fuese real. 6Mas no tiene efectos. 7Dentro de mí se
encuentra la santidad de Dios. 8Dentro de mí se encuentra el
recuerdo de Él.
2. El paso que he de dar hoy, Padre mío, es lo que me liberará por
completo de los vanos sueños del pecado. 2Tu altar se alza
sereno e incólume. 3Es el santo altar a mi propio Ser y es allí
donde encuentro mi verdadera Identidad.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-309-audios-mp3_rf_9408801_1.html
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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 309 - 5 NOVIEMBRE
“Hoy no tendré miedo de mirar dentro de mí”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Comentario
A veces sospecho de mis
propios motivos. Soy tan consciente de que en el pasado he hecho un trabajo
increíble para esconderme mis propios pensamientos y sentimientos a mí mismo,
que incluso cuando no soy consciente de que haya “basura” de por medio, cuando
mis motivos parecen puros en la superficie, me pregunto qué está acechando
debajo de la piedra, y dudo acerca de mirar.
Por ejemplo, en el pasado me
he distanciado de una buena amiga, mientras que me convencía a mí mismo de que
era ella la que se estaba distanciando de mí. Me costó tres horas de intensa
discusión (no puedo darle un nombre mejor) llegar a ponerme en contacto con mi
propio miedo e ira, que estaban causando que la apartase de mí. Negué con todas
mis fuerzas que era eso lo que estaba haciendo, afirmé que deseaba una mayor
cercanía y que ella no respondía.
Cuando conoces los engaños
del ego, parece difícil confiar en ti mismo. Siempre me parece que puede haber
algo malvado en mi mente que de algún modo he estado escondiendo por medio de
la negación y la disociación.
Así que, ¿cómo no voy a
tener miedo de mirar dentro de mí? Si lo hago, ¿qué cosa horrible y asquerosa
descubriré esta vez?
“Tengo miedo de mirar dentro de mí porque creo que forjé otra voluntad que
aunque no es verdad hice que fuese real” (1:5). Si miro dentro de mí, a menudo
las primeras cosas que veré son cosas feas y asquerosas, “otra voluntad que no
es verdad”. Las veré pero la buena noticia es que no son reales. No logré hacer
que esa otra voluntad fuera real. Todo lo que conseguí hacer fueron ilusiones.
La fealdad es una pantalla de humo, una máscara, una fachada que el ego ha
levantado encima de la eterna inocencia de mi mente. Si miro a esos pensamientos
con el Espíritu Santo, descubriré que no son tan horribles como temía. Él los
cambiará en la verdad para mí, Él me ayudará a ver en ellos la petición de
amor, la afirmación inconsciente del amor que ha estado enterrado debajo de
ellos, el reflejo deformado de la inocencia que nunca he perdido.
Por
ejemplo, en el caso que he mencionado antes, estaba alejando a mi amiga,
distanciándome de ella. ¿Por qué? Porque tenía miedo de perder su amor. Porque
temía que no me encontrara digno de su tiempo y de su compañía, y no le iba a
dar la oportunidad de que demostrase que mis miedos eran ciertos. Me apartaría
antes de que ella me rechazase, la castigaría por su (imaginada) traición de
alejarme de ella. Estaba equivocado tanto en mi evaluación de mí mismo como en
mi valoración de su evaluación de mí. Y el Curso me lo demostró muy claramente
aquella noche. Ella se enfadó conmigo. Se puso furiosa, se levantó y se fue a
pasear fuera del restaurante, diciendo que no quería saber nada más de mí
porque yo estaba tan tercamente metido en la negación que ella no podía hacer
nada al respecto.
No fue
hasta que sucedió un milagro que se resolvió el punto sin salida. De repente,
mi percepción de ella cambió. Vi su ira como lo que realmente era: una petición
de amor. Estaba furiosa conmigo porque le estaba negando mi amor, y sufría con
el pensamiento de perderlo. En mi interpretación su ira ya no era un ataque,
era un grito de ayuda. Era su amor por mí, intentado de manera equivoca
encontrar lo que quería de mí a través de la ira y el ataque. Y cuando la
perdoné, vi lo mismo en mí. En aquel momento ya no tenía miedo de mirar dentro
de mí. Vi los retorcidos motivos que me habían estado dirigiendo. Vi mi miedo.
Vi mi frío distanciamiento. Y detrás de todo ello, vi mi amor y mi inocencia
esperando encontrarse con los suyos.
No
tenemos nunca que tener miedo de mirar dentro de nosotros mismos. Todo lo que
existe es “mi voluntad tal como Dios la creó, y como es” (1:4). Lo que
inventé, todos esos horribles pensamientos del ego, no han tenido ningún efecto
en absoluto. No hay razón para tener miedo de ellos, no significan nada. Puedo
mirarlos con el Espíritu Santo a mi lado, y reírme, puedo decir: “¡Qué
tontería! Estos pensamientos no significan nada”. Debajo de todo eso está la
mente asustada, sufriendo por lo que piensa que ha hecho. Y más allá, en lo más
profundo está la santidad de Dios, el recuerdo de Dios. Esta mente caritativa,
esta mente amable y dulce, tan enorme, receptiva y bondadosa, que todo lo
abarca: esto es mi verdadera Identidad. Esto es Quien yo soy.
¿Qué
es el Segundo Advenimiento? (Parte 9)
L.pII.9.5:1-4
¿Qué
tenemos que hacer acerca del Segundo Advenimiento?
- Ruega por él (5:1)
Ruega
que tenga lugar pronto. Deséalo, anhélalo, estate serenamente impaciente por su
llegada.
- Entregarnos a él completamente
Pues necesita tus ojos, tus oídos, tus manos y tus pies. Necesita tu
voz. Pero sobre todo, necesita tu buena voluntad. (5:2-4)
Nosotros
somos los medios por los que vendrá el Segundo Advenimiento. Ofrezcamos nuestros
ojos para ver amor por todas partes, y no para encontrar defectos y culpa.
Ofrezcamos nuestros oídos para oír sólo la Voz que habla por Dios y responder a
cada petición de amor a nuestro alrededor. Ofrezcamos nuestras manos para tomar
las manos de aquellos que están a nuestro lado y llevarlos al hogar. Ofrezcamos
nuestros pies para acudir a aquellos que están necesitados, y darles nuestra
voz para que hable las palabras de sanación, de perdón y de liberación. Y sobre todo, ofrezcamos nuestra buena voluntad
para unirnos en la gran cruzada de corregir el loco error del pecado y la culpa
dondequiera que la encontremos.
En otras
palabras, somos nosotros los que Le traeremos de vuelta. En realidad, nunca se
fue, el regreso es un regreso a nuestra consciencia, el regreso del recuerdo de
nuestra Identidad. El trabajo que hago conmigo mismo es el modo más poderoso de
invitar al Segundo Advenimiento. El modo en que afirmo la identidad de mis
hermanos conmigo y con Cristo, a través del perdón, a través de la verdadera
percepción, así es como llega el Segundo Advenimiento.
Cada uno
de nosotros tiene una parte importantísima en esto. “Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial” (L.100). El pequeño
cambio que se produce en tu mente cuando practicas el Curso cada día, el
aparentemente insignificante cambio mental que te permite perdonar a la persona
que te corta el tráfico o al amigo o pariente que actúa de manera no amorosa,
cada pequeño acto de bondad, cada vez que eliges ver una petición de amor en
lugar de un ataque, contribuye al despertar de esta Gran Mente, el Único Ser
que somos. No eres tú solo el que está despertando, es el Cristo. Él está
regresando de nuevo. Él está regresando de nuevo en ti.
Y a medida que
te dejas curar, te das cuenta de que junto contigo se curan todos los que te
rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en contacto contigo y
los que parecen no estarlo. Tal vez no los reconozcas a todos, ni comprendas
cuán grande es la ofrenda que le haces al mundo cuando permites que la
curación venga a ti. Mas nunca te curas solo. Legiones y legiones de hermanos
recibirán el regalo que tú recibes cuando te curas. (L.137.10:1-4)
El Espíritu Santo se regocijará de tomar cinco minutos de cada hora de
tu tiempo para llevarlos alrededor de este mundo afligido donde el dolor y la
congoja parecen reinar. No pasará por alto ni una sola mente receptiva que esté
dispuesta a aceptar los dones de curación que esos minutos brindan, y los
concederá allí donde Él sabe que han de ser bien recibidos. Y su poder sanador aumentará cada vez que alguien los
acepte como sus propios pensamientos y los use para curar.
De esta manera, cada ofrenda que se le haga se multiplicará miles de
veces y decenas de miles más. Y cuando te sea devuelta, sobrepasará en poderío
la pequeña ofrenda que hiciste, en forma parecida a como el resplandor del sol
es infinitamente más potente que el pequeño
destello que emite la luciérnaga en un fugaz instante antes de apagarse. El
constante fulgor de esta luz permanecerá y te guiará más allá de las tinieblas;
y jamás podrás olvidar el camino otra vez. (L.97.5-6)
Eso es
lo que está sucediendo hoy. A lo largo de los siglos, sólo unos pocos han
recordado. Su luz ha brillado y, aparentemente, en muchos casos se ha apagado.
Pero en realidad, nunca se ha apagado. Cada destello de luz ha iluminado cada
mente del mundo, la ha cambiado y acercado un poco más a la Verdad, hasta hoy,
en nuestra vida podemos ver los comienzos de un “resplandor constante”, una luz
que es demasiado brillante como para quedarnos en la oscuridad de nuevo.
Estamos viendo el efecto bola de nieve de la iluminación. La bola de nieve se
ha hecho demasiado grande para ignorarla. Victor Hugo dijo: “Nada es tan
poderoso como una idea a la que le ha llegado su hora”, y la hora de esta idea
ya ha llegado. Está aquí, y nosotros somos parte de ella.
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