12. ¿Qué es el ego?
LECCIÓN 331
1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado
y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la
muerte. 2Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios
como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. 3El ego es la "prueba" de que la fuerza
es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se
opone a Dios es verdad.
2. El ego es demente. 2Lleno de miedo, cree alzarse más
allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. 3En
su demencia cree también
haber vencido a Dios Mismo. 4Y desde su terrible autonomía
"ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. 5Sueña con
el castigo y tiembla ante las figuras
de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de
que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero.
3. El Hijo de Dios no tiene ego. 2¿Qué
puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? 3¿Qué
puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? 4¿Qué
puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio
o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre
imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más
profundos?
4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a
sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o
esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y
el precio que hay que pagar por creer en él. 2Desde el punto de
vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan
inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la
crucifixión del Hijo de Dios. aY la sangre no puede sino correr ante
el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.
5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede
transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma.
2Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que
Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y
completamente unidas a Él.
LECCIÓN 331
El conflicto no existe pues mi voluntad es la Tuya
1. Padre, ¡qué absurdo creer que Tu Hijo podía causarse sufrimiento así mismo! 2¿Cómo iba
él a poder planear su condenación sin que se le hubiera provisto de un camino
seguro que lo condujese a su liberación? 3Me amas, Padre, 4y nunca
habrías podido dejarme en la desolación, para morir en un mundo de dolor y
crueldad. 5¿Cómo pude jamás pensar que el Amor se había
abandonado a Sí Mismo? 6No hay otra voluntad que la Voluntad del Amor. 7El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que
pueda estar en conflicto con la Tuya. 8Estar en conflicto es estar
dormido; la paz, estar despierto. 9La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna. 10Nada se opone a Tu
Voluntad. 11El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.
2. El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios es
una sola y que la compartimos. 2Contemplemos los santos panoramas
que hoy nos muestra el perdón, de modo
que podamos encontrar la paz de Dios. 3Amén.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 331 - 27 NOVIEMBRE
“El conflicto no existe pues mi voluntad es la Tuya”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Comentario
Recientemente
en un grupo de estudio dije que nuestro problema fundamental es que de verdad
creemos que somos personas terribles. No confiamos en nuestro propio amor. Una
persona expresó su preocupación de que el material del Curso podría usarse para
justificar cualquier comportamiento. “Podría ir a robar una tienda de licores
porque el mundo es sólo una ilusión y nadie saldría perjudicado excepto en la
ilusión. Nada de lo que yo haga afecta negativamente a mi relación con Dios”.
La
respuesta directa a esa pregunta es que sólo haces esas cosas en el mundo
cuando crees que el mundo es real. Si verdaderamente
creyeses que el mundo es una ilusión, no harías tales cosas ni tendrías el
deseo de hacerlas.
El miedo
a que él haría cosas terribles si creyera que nadie resultaría realmente
perjudicado oculta la creencia de que no se podría confiar en la verdad en él.
El Curso dice que no creemos que lo que de verdad queremos es bueno. La verdad
es que podemos confiar en nosotros mismos. Aunque todavía estamos confusos y
desconcertados por la ilusión, no vamos a cometer errores terribles. Es seguro
abandonar las limitaciones de la culpa porque verdaderamente somos extensiones
de Dios. Pensamos que necesitamos la culpa para refrenar al monstruo dentro de
nosotros, Un Curso de Milagros nos
dice que la culpa “no tiene ningún propósito”
(T.14.III.1:4), y de hecho nos mantiene encerrados en nuestra ilusión del
pecado. Esa ilusión acerca de nosotros es el error fundamental. Y continúa
diciendo que pensar que el ser ha robado el trono de Dios no es nada por lo que
sentirnos culpables:
No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues
hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. Y no podrás sino sentirte
culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el
Cielo podría cometer. El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado"
de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad.
(T.14.III.15:1-3)
Sólo es
“un error trivial” (L.138.11:5). El Amor no se ha
abandonado a Sí Mismo. Comparto la naturaleza de Dios que es Amor. Yo no puedo
abandonarle, ni Él a mí (1:5).
Es
“absurdo” (1:1) creer que yo podría realmente
oponerme a la Voluntad de Dios y corromperme a mí mismo. Cualquier aparente
corrupción o conflicto entre Dios y yo tiene que ser una ilusión, la prueba de
que estoy dormido y soñando lo imposible (1:7-8).
“Conocer
la realidad significa no ver al ego” (L.pII.12.4:1). Sin embargo, por raro que
parezca, primero tenemos que ver al ego para pasarlo por alto. El ego funciona
de una manera oculta, secreta, a escondidas. Se esconde detrás de todo tipo de
tapaderas. Primero tenemos que desenmascararlo, ver lo que es, y luego pasarlo
por alto, ignorarlo. Mientras no sepamos lo que es nuestro imaginado enemigo,
estaremos gobernados por el miedo. Tenemos que llegar al punto en el que
podemos ver con claridad: “¡Oh! Sólo es el ego, soy yo pensando que estoy
separado”. Luego lo abandonamos.
Cuando
por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también
los nuestros. (T.11.In.4:2)
Entonces,
miremos a nuestro ego sin acobardarnos, sin tenerle miedo, pudiendo ver que
sólo es “un error trivial”.
¿Qué es el ego? (Parte 1)
L.pII.12.1:1-2
“El ego no es otra cosa que idolatría” (1:1). Idolatría es adorar a un
ídolo, a un dios falso. Eso es el ego, el intento demente de hacer real una
identidad que está separada de Dios, buscado para reemplazarle en nuestra
consciencia. El ego es “el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un
cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte” (1:1).
Prestemos
atención aquí. El ego no es “algo” dentro de nosotros, una especie de gemelo
malvado, el lado oscuro de nuestra alma. El ego es la idea de un ser separado que está aparte de “otros seres”. ¿No
es eso exactamente lo que pensamos que somos? ¿No pensamos que somos un alma
distinta, nacida en un cuerpo, luchando durante toda esta vida y seguros de terminar
esta vida con la muerte? ¿No describe eso lo que pensamos que somos? En otras
palabras, el “yo” que creo que soy, algo separado y diferente de ti, ¡eso es el
ego! Cambiar nuestra idea acerca de nosotros, del ego al espíritu, no significa
que este ser separado que era negro, se vuelva blanco. Significa que este ser
separado es completamente reemplazado por algo que abarca mucho más, de hecho,
algo que abarca todo. Dejo de ser “yo” en la manera que pensaba que era.
El ego
“es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que
adopta una forma en que Ésta es negada” (1:2). Si lo que pienso de “mí” es que
estoy separado e independiente, no puedo estar unido a la Voluntad de Dios. El
ego debe ver a la Voluntad de Dios
como enemigo porque para el ego Dios es “otro”, algo diferente y separado de sí
mismo. Puesto que Dios es un “otro” muy poderoso, Su Voluntad representa una
amenaza, un desafío para la “voluntad” del ego. Por lo tanto, la forma que toma
la “voluntad” del ego siempre será una forma de negación de la Voluntad de
Dios. Por ejemplo, sabes que un niño está empezando a desarrollar un ego
psicológico cuando empieza a decir”No” cada vez que tú dices “Sí”. El ego es un
gran “No” a Dios y a Su Voluntad.
El ego
es precisamente lo que no somos. “Tú no eres un ego” (T.14.X.5:5). Cuando
miremos a lo que el ego es (o parece ser), no nos desanimemos ni nos deprimamos
por ello. Aquello que estamos mirando no es lo que nosotros somos; de hecho, es
lo que no somos. Este ser imaginado
es la causa de nuestra culpa, y no es real, no existe.
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