martes, 4 de julio de 2023

UN CURSO DE MILAGROS. 4 de Julio. LECCIÓN 185


LECCIÓN 185

Deseo la paz de Dios.

1. Decir estas palabras no es nada. 2Pero decirlas de corazón lo es todo. 3Si pudieras decirlas de corazón, aunque sólo fuera por un instante, jamás volverías a sentir pesar alguno, en ningún lugar momento. 4Recobrarías plena conciencia del Cielo, el recuerdo de Dios quedaría completamente reinstaurado y la resurrección de toda la creación plenamente reconocida.

2. No hay nadie que pueda decir estas palabras de todo corazón y no curarse. 2Ya no podría entretenerse con sueños o creer que él mismo es un sueño. 3No podría inventar un infierno y creer que es real. 4Desea la paz de Dios, y se le concede. 5Eso es todo lo que desea y todo lo que recibirá. 6Son muchos los que han dicho estas palabras. 7Pero ciertamente son muy pocos los que las han dicho de todo corazón. 8No tienes más que contemplar el mundo que ves a tu alrededor para cerciorarte de cuán pocos han sido. 9El mundo cambiaría completamente sólo con que hubiese dos que estuviesen de acuerdo en que esas palabras expresan lo único que ellos anhelan.

3. Dos mentes con usolo empeño se vuelven tan fuertes que lo que disponen se convierte en la Voluntad de Dios. 2Pues las men­tes sólo se pueden unir en la verdad. 3En sueños, no hay dos mentes que puedan compartir la misma intención. 4Para cada una de ellas, el héroe del sueño es distinto, y el desenlace desea­do no es el mismo. 5El perdedor y el ganador simplemente alter­nan de acuerdo con patrones cambiantes, según la proporción entre ganancia y pérdida y entre pérdida y ganancia adquiere un matiz diferente o adopta otra forma.

4. No obstante, lo único que se puede hacer en sueños es transigir. 2A veces ello adopta la forma de una unión, pero sólo la forma. 3En los sueños nada tiene significado, pues su meta es transigir. 4Las mentes no pueden unirse en sueños. 5Sólo pueden negociar. 6Mas ¿qué trato podrían hacer que les proporcionase la paz de Dios? 7Las ilusiones pasan a ocupar Su lugar. 8Y lo que Él es deja de tener significado para las mentes dormidas empeñadas en hacer tratos, cada cual en beneficio propio y a costa de la pérdida de otros.

5. Desear la paz de Dios de todo corazón es renunciar a todos los sueños. 2Pues nadie que diga estas palabras de todo corazón desea ilusiones o busca la manera de obtenerlas. 3Las ha examinado y se ha dado cuenta de que no le ofrecen nada. 4Ahora procura ir más allá de ellas, al reconocer que otro sueño sólo le ofrecería lo mismo que los demás. 5Para él, todos los sueños son uno. 6Y ha aprendido que la única diferencia entre ellos es la forma que adoptan, pues cualquiera de ellos suscitará la misma desespera­ción y zozobra que los demás.

6. La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz. 2cuando el deseo de paz es genuino, los medios para encontrarla se le conceden en una forma tal que cada mente que honradamente la busca pueda entender. 3Sea cual sea la forma en que se presente la lección, ha sido planeada para él de tal forma que si su petición es sincera, no dejará de verla. 4Mas si su petición no es sincera, no habrá manera de que pueda aceptar la lección o realmente aprenderla.

7. Dediquemos hoy nuestra práctica a reconocer que nuestras palabras son sinceras. 2Deseamos la paz de Dios. 3No es éste un deseo vano. 4Estas palabras no piden que se nos dé otro sueño. 5No procuran transigir, ni es su afán hacer otro trato con la espe­ranza de que aún haya un sueño que pueda tener éxito cuando todos los demás han fracasado. 6Decir estas palabras de corazón es reconocer la futilidad de las ilusiones y pedir lo eterno en lugar de sueños cambiantes que parecen ofrecerte distintas cosas, pero que en realidad son igualmente insubstanciales.

8. Dedica hoy tus sesiones de práctica a escudriñar minuciosa­mente tu mente a fin de descubrir los sueños que todavía anhe­las. 2¿Qué es lo que realmente deseas de corazón? 3Olvídate de las palabras que empleas al hacer tus peticiones. 4Considera solamente lo que crees que te brindará consuelo y felicidad. 5Pero no te desalientes por razón de las ilusiones que aún perduran, pues la forma que éstas adoptan no es lo que importa ahora. 6No dejes que algunos sueños te resulten más aceptables, mientras que te avergüenzas de otros y los ocultas. 7Son todos el mismo sueño. 8Y puesto que todos son el mismo, debes hacer la siguiente pregunta con respecto cada uno de ellos: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?"

9. Ésta es la elección que tienes ante ti. 2No te dejes engañar pen­sando que es de otra manera.3En esto no es posible transigir. 4Pues o bien eliges la paz de Dios o bien pides sueños. 5éstos vendrán a ti tal como los hayas pedido. 6Mas la paz de Dios ven­drá con igual certeza para permanecer contigo para siempre. 7No desaparecerá con cada curva o vuelta del camino, para luego rea­parecer sin que sea reconocible, en formas que cambian y varían con cada paso que das.

10. Deseas la paz de Dios. 2eso es lo que desean también todos los que parecen ir en pos de sueños. 3Esto es lo único que pides tanto para ellos como para ti cuando haces esta petición con pro­funda sinceridad. 4Pues de esa manera procuras alcanzar lo que ellos desean realmente, y unes tu intención a lo que ellos quieren por encima de todas las cosas, hecho éste que tal vez les sea des­conocido, si bien para ti es indudable. 5Ha habido ocasiones en las que has sido débil y en las que has estado indeciso acerca de tu propósito, inseguro con respecto a lo que quieres, adónde ir a buscarlo o a dónde acudir en busca de ayuda. 6Mas la ayuda ya se te ha dado. 7¿No la aprovecharías ahora compartiéndola?

11. Nadie que realmente busque la paz de Dios puede dejar de hallarla. 2Pues lo único que pide es dejar de engañarse a sí mismo, al negarse lo que la Voluntad de Dios dispone. 3¿Quién que pida lo que ya es suyo podría quedar insatisfecho? 4¿Quién que pida una respuesta que él puede dar puesto que dispone de ella puede decir que no se le ha contestado? 5La paz de Dios es tuya.

12. La paz fue creada para ti; tu Creador te la dio y la estableció como Su propio regalo eterno.2¿Cómo ibas a poder fracasar cuando tan sólo estás pidiendo lo que Él dispone para ti? 3¿Y cómo podría ser que lo que pides fuese solamente para ti? 4No hay nin­gún don de Dios que no sea para todos. 5Éste es el atributo que distingue a los dones de Dios de todos los sueños que jamás pare­cieron ocupar el lugar de la verdad.

13. Cuando un don de Dios ha sido pedido y aceptado por cual­quiera, nadie pierde, sino que todos salen ganando. 2Dios da sólo con el propósito de unir. 3Para Él, quitar no tiene sentido. 4cuando tampoco lo tenga para ti, sabrás a ciencia cierta que com­partes una sola Voluntad con Él, así como Él contigo. 5también sabrás que compartes una sola Voluntad con todos tus hermanos, cuya intención es la tuya.

14. Es esa única intención lo que buscamos hoy al unir nuestros deseos a la necesidad de cada corazón, al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desespe­ración, al amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó. 2Con semejante ayuda a nuestro lado, ¿cómo íbamos a poder fracasar hoy cuando pedimos que se nos conceda la paz de Dios?



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Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson

LECCIÓN 185  -  4  JULIO

Deseo la paz de Dios

Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ nocherecordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.

Propósito: Ir más allá de los sueños que todavía deseas y reconocer que verdaderamente quieres la paz de Dios. Sentir Su paz intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso. No puedes fracasar hoy.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.

  • Busca en tu mente cuidadosamente para encontrar los sueños que todavía valoras. Olvida las palabras, ¿qué es lo que desea tu corazón de verdad? ¿Qué crees que te consolará y te hará feliz? No escondas ningún sueño, sácalos todos a la luz.
  • De cada sueño que así destapes, pregúntate: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?”
  • Después de esto, practica y reconoce que dices de todo corazón las palabras de la idea de hoy: “Deseo la paz de Dios”.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).

Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cuando sientas la tentación de querer otra cosa distinta a la paz de Dios, di: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?” Luego intenta reconocer que lo que de verdad quieres es la paz de Dios.

Comentario

Resulta curioso que una lección sobre la paz de Dios caiga en el día que se celebra una revolución (el Día de la Independencia, en los Estados Unidos). El sacerdote de la Unidad de nuestra localidad sugirió que en lugar del Día de la Independencia, deberíamos celebrar el “Día de la Dependencia Interior”, que pensé que era un juego de palabras simpático y muy adecuado.

Esta lección enseña dos cosas aparentemente opuestas. Primero, nos enseña que todavía no decimos de corazón: “Deseo la paz de Dios”. Pues si lo deseáramos de verdad, la tendríamos. “No hay nadie que pueda decir estas palabras de todo corazón y no curarse” (2:1).

Son muchos los que han dicho estas palabras. Pero ciertamente son muy pocos los que las han dicho de todo corazón. No tienes más que contemplar el mundo que ves a tu alrededor para cerciorarte de cuán pocos han sido.   (2:6-8)

Ciertamente, no tienes más que observar las noticias de la noche. O pasar un día en tu trabajo.

Segundo, nos enseña que, a pesar de nuestra dedicación a otras cosas distintas de la paz, en nuestro corazón queremos la paz de Dios. Todos nosotros. “Deseamos la paz de Dios. No es éste un deseo vano” (7:2-3). “Deseas la paz de Dios. Y eso es lo que desean también todos los que parecen ir en pos de sueños” (10:1-2).

La tarea que el Curso nos pone es descubrir y aceptar estos dos hechos. Aceptarlos completamente, hay que aceptar que son verdad en todos, no sólo en nosotros. Esto es universalmente verdad, un hecho que es cierto. Es verdad, como lo afirma la línea de la cita que acabo de mencionar, incluso de aquellos que parecen buscar otra cosa distinta. Puede que no se den cuenta de que la paz de Dios es lo que verdaderamente quieren, pero así es (10:4). Nuestro trabajo al relacionarnos con otros es recordar este deseo universal de todos los corazones, y unirnos al deseo de la otra persona, aunque ellos no se den cuenta del deseo.

Podemos creer firmemente que nosotros, y todo el mundo, queremos la paz de Dios por encima de todas las cosas. Tenemos que admitir que hemos creído tontamente que queríamos algo más que la paz. Pues si queremos sólo la paz, tendremos sólo paz; así es como funciona el poder de nuestra mente. Así que, debe haber algo que hemos valorado más que la paz. Entonces, nuestro primer trabajo es descubrir estos deseos, examinarlos honestamente, reconocer que sólo son deseos tontos, y abandonarlos para alcanzar la paz.

Queremos las cosas más tontas en lugar de la paz. Veo a un niño romper a llorar y darle una pataleta porque no puede tomar su desayuno favorito, y pienso: “La única diferencia entre él y yo es que yo he desarrollado modos más refinados de disimular mis rabietas”. Comparto una casa con Robert Perry, su familia y otro soltero, y tenemos invitados. He descubierto que pierdo la paz por bandejas de helado vacías y por rollos de papel higiénico agotados. He perdido la paz por asuntos tales como quién fue el último en sacar la basura.

Quizá, hoy, todos podamos pararnos cuando ocurren estos “pequeños” momentos de separación, y preguntarnos a nosotros mismos: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?" (8:8) ¿De verdad es más importante un rollo de papel higiénico que la paz de Dios?

Voy a señalar otra interesante observación de esta lección. No puedes tener paz tú solo. “La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz” (6:1). Para tener paz  tenemos que estar dispuestos a que la otra persona entre en nuestro corazón. Tenemos que reconocer su deseo de paz al igual que el nuestro.

La tentación siempre es pensar: “Yo quiero la paz. El problema es la otra persona”. Sin embargo, recuerda siempre que si quieres la paz, la tendrás. Ninguna otra persona te la puede quitar. Si no puedes estar en paz cuando la otra persona parece querer algo distinto de la paz, lo que le estás enseñando a esa persona es que tu paz depende de que ella cambie. Esto refuerza la misma creencia en la otra persona, y sigue creyendo que su paz depende de que cambies tú.

Nuestro trabajo es mirar más allá de los deseos competitivos de la otra persona a la realidad universal que está debajo de todos esos deseos conflictivos. Si vamos a enseñar paz, sea cual sea la forma en que respondamos a los demás, nuestras acciones deben expresarles a esas personas que la paz ya está en ellos, lista para que ellos la reciban tan pronto como la deseen. Unimos nuestra intención a lo que ellos buscan por encima de todas las cosas (10:4). Por muy escondida que parezca estar su intención, mediante nuestra fe en ella, la hacemos salir de ellos, les damos la oportunidad de reconocerla dentro de sí mismos y poner su mente de acuerdo con esa intención.

Es esa única intención lo que buscamos hoy al unir nuestros deseos a la necesidad de cada corazón, al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desespe­ración, al amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó.   (14:1).


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viernes, 9 de junio de 2023

UN CURSO DE MILAGROS. 9 de Junio. LECCIÓN 160


LECCIÓN 160

Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.

1. El miedo es un extraño en los caminos del amor. 2Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. 3Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. 4Lo que tu Ser es sigue siendo algo ajeno para la parte de ti que cree que es real, aunque diferente de ti: 5¿Quién podría estar en su sano juicio en tales circunstancias? 6¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es, y juzgar en contra de sí mismo?

2. Hay un extraño entre nosotros que procede de una idea tan ajena la verdad que habla un idioma distinto, percibe un mundo que la verdad desconoce y entiende aquello que la ver­dad juzga como carente de sentido. 2Pero aún más extraño es el hecho de que no reconoce a aquel a quien visita, y sin embargo, sostiene que el hogar de éste es suyo, mientras que el que está en su hogar es el que es el extraño. 3No obstante, qué fácil sería decir: "Este es mi hogar. 4Aquí es donde me corresponde estar y no me iré porque un loco me diga que tengo que hacerlo".

3. ¿Qué razón hay para no decir esto? 2¿Cuál podría ser la razón sino que has invitado a ese extraño a ocupar tu lugar, y has per­mitido convertirte en un extraño ante tus propios ojos? 3Nadie se dejaría desahuciar tan innecesariamente a no ser que pensase que hay otro hogar que está más de acuerdo con sus gustos.

4. ¿Quién es el extraño? 2¿A quién no le corresponde estar en el hogar que Dios proveyó para Su Hijo, a ti o al miedo? 3¿Es acaso el miedo obra Suya, creado a Su semejanza? 4¿Es acaso el miedo lo que el amor completa y mediante lo cual se completa a sí mismo? 5No hay hogar que pueda darle cobijo al amor y al miedo, 6pues no pueden coexistir. 7Si tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. 8Mas si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe.

5. ¡Qué fácilmente se puede resolver este dilema! 2Todo aquel que teme no ha hecho sino negar su verdadera identidad y decir: "Yo soy el extraño aquí. 3De modo que le cedo mi hogar a uno que es más como yo que yo mismo, y le doy todo cuanto pensé que era mío". 4Ahora se ha exiliado por fuerza, sin saber quién es, inseguro de todo, menos de esto: que él no es él mismo, y que se le ha negado su hogar.

6. ¿En pos de qué va a ir ahora? 2¿Qué podría encontrar? 3Alguien que se ha convertido en un extraño ante sus propios ojos no puede encontrar un hogar no importa dónde lo busque, pues él mismo ha imposibilitado su regreso. 4Está perdido a menos que un milagro venga y le muestre que ya no es un extraño. 5El mila­gro vendrá. 6Pues su Ser sigue morando en su hogar. 7Y su Ser no ha invitado a ningún extraño ni se ha confundido a Sí Mismo con ningún pensamiento ajeno a Él. 8E invocará a lo que es Suyo a Sí Mismo en reconocimiento de lo que es Suyo.

7. ¿Quién es el extraño?. 2¿No es acaso aquel a quien tu Ser no invoca? 3Ahora eres incapaz de reconocer ese extraño que mero­dea entre vosotros, pues le has cedido tu legítimo lugar. 4No obs­tante, tu Ser está tan seguro de lo que es Suyo como Dios lo está de Su Hijo. 5Dios no está confundido con respecto a la creación. 6Está seguro de lo que es Suyo. 7Ningún extraño se puede interpo­ner entre Su conocimiento y la realidad de Su Hijo. 8Él no sabe de extraños. 9Él está seguro de Su Hijo.

8. La certeza de Dios es suficiente. 2A aquel a quien Él reconoce como Su Hijo le corresponde estar allí donde Él estableció a Su Hijo para siempre. 3Él ha contestado tu pregunta: "¿Quién es el extraño?" 4Oye Su Voz asegurarte, con serenidad y certeza, que tú no eres un extraño  para tu Padre ni tu Creador se ha vuelto un extraño para ti. 5Aquel a quien Dios se ha unido es eternamente uno, pues está en su hogar en Él, y no es un extraño para Sí Mismo.

9. Hoy damos gracias de que Cristo haya venido a buscar en el mundo lo que es Suyo. 2Su visión no ve extraños, sino que con­templa a los Suyos y se une ellos jubilosamente. 3Ellos lo ven como un extraño, pues no se reconocen a sí mismos. 4No obstante, a medida que le den la bienvenida, lo recordarán. 5Y Él los condu­cirá dulcemente de regreso a su hogar, donde les corresponde estar.

10. Cristo no se olvida de nadie. 2No deja de darte ni uno solo de tus hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda ser pleno y perfecto, tal como fue instituido. 3Él no se ha olvidado de ti. 4Mas tú no lo podrás recordar a Él hasta que contemples todo tal como Él lo hace. 5El que niega a su hermano lo está negando a Él, y, por lo tanto, se está negando a aceptar el don de la visión mediante el cual puede reconocer a su Ser claramente, recordar su hogar y alcanzar la salvación.

AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindohttp://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-160-audios-mp3_rf_3929654_1.html

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Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson

INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA 


LECCIÓN 160  -  9 JUNIO

“Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí”

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.

Mi sugerencia: Empieza dándote cuenta de que la experiencia de miedo y la experiencia de hogar  no pueden sentirse al mismo tiempo. Cuando verdaderamente te sientes en el hogar, tienes una sensación de refugio y seguridad, una sensación de unión y de pertenecer ahí, una sensación de comodidad y paz. Cuando sientes miedo, sientes la ausencia de todas esas cosas. Fundamentalmente, te sientes sin hogar.

Ahora pasa un tiempo intentando ponerte en contacto con ese estado. Primero, imagina sintiéndote completamente en el hogar dentro de ti mismo, pase lo que pase fuera de ti. Imagina que sabes quién eres, sintiéndote en el hogar contigo mismo. Imagina sintiéndote en el hogar con Dios, envuelto en Su Amor. Imagina al miedo siendo un pensamiento que acecha en la superficie de tu mente, intentando invadir la paz de este hogar interior, llamando a la puerta, dando golpes en la ventana, pero que no puede entrar.

Luego ponte en contacto con el estado de miedo, el estado en el que todos vivimos. Date cuenta de cómo en este estado, el miedo, la ansiedad y la preocupación son tus reacciones más naturales a los acontecimientos del mundo, tan naturales que son respuestas automáticas. Esto te hace sentir que no tienes un puerto seguro ni un refugio verdadero. Te sientes separado de Dios y alejado de ti mismo. Es como si estuvieses acechando fuera, mientras el miedo se sienta sin problemas en el trono de tu mente.

Ahora pregúntate a ti mismo con sinceridad: “¿Quién es el extraño?” ¿Es el miedo o tú? ¿Quién se sienta en el hogar de tu mente, y quién está fuera caminando sin hogar? ¿Es el miedo o tú? ¿Cuál de los estados por los que has pasado es la verdad y cuál es la mentira?

Ahora responde con estas palabras que Dios te ha dado: “Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí”. Date cuenta de que esta respuesta es verdad porque viene de Dios. Repítela una y otra vez. Intenta sentir la verdad que encierra.

Finalmente, deja que esta idea te lleve muy adentro en tu mente, al lugar donde estás en tu hogar y donde el miedo no tiene lugar. Siente la atracción del hogar llevándote muy dentro en tu interior. Sumérgete allí donde eres uno con tu Ser, en el hogar en tu Creador. Para renovar el centro de tu atención, de vez en cuando repite: “Yo estoy en mi hogar”. Y cuando un pensamiento se cuele en este santo hogar, di: “Yo estoy en mi hogar. Este pensamiento es el que es un extraño aquí”.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).

Repite la idea, dejando que te lleve a un lugar en tu mente donde te sientes verdaderamente en el hogar. Dale gracias a tu Padre por las cartas desde el hogar que te ha enviado en la hora anterior, en forma de relaciones y cambios en la percepción. Y pregúntale que hacer en la hora a continuación.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a sentir miedo o a ver a un hermano como un extraño.

Cuando sientas la tentación del miedo, di: “Yo estoy en mi hogar. Este pensamiento de  miedo es el que es un extraño aquí”. Mientras lo haces, imagínate a ti mismo en el hogar dentro de tu mente mientras que el pensamiento de miedo espera fuera, sin poder entrar.

Cuando sientas la tentación de ver a un hermano como un extraño, recuerda que él es parte de tu Ser. Puedes decirle mentalmente a este hermano: “Tú estás en el  hogar conmigo. No hay extraños aquí.

Comentario
En esta lección el miedo es lo mismo que el “ego”. La imagen que aquí se da es que hemos invitado a nuestro hogar al miedo, personificado como un extraño, y el extraño se ha puesto al mando y ha declarado que él es nosotros. Ha absorbido nuestra identidad casi por completo. Y la parte demente de todo ello es que vamos con el extraño. Hemos aceptado que el extraño es realmente nosotros, y le hemos dejado nuestro hogar a él por completo. Nos ha despojado de todo.

¿Quién es el extraño? ¿Tú o el ego? Es tan fácil, cuando pensamientos de miedo invaden nuestra mente, creer que el miedo es nosotros. Que la ira es nosotros. Que la soledad es nosotros. Que la incapacidad es nosotros. Nos hemos acostumbrado a identificarnos con nuestros pensamientos y sentimientos de miedo, pensamos que ellos son nosotros. La fuerza de esta lección es que todas estas manifestaciones de miedo son un intruso, no una auténtica parte de nosotros en absoluto. Tú no eres el ego, el ego no es tú.

Stephen Levine, en varios de sus libros, habla acerca de relacionarnos con nuestro miedo en lugar de relacionarnos desde nuestro miedo. La diferencia que hace es entre identificarnos con el miedo (relacionarnos desde él) o diferenciar nuestro ser de él (relacionarnos con él). Cuando me relaciono desde el miedo, me tiene atrapado. Me dirige el miedo, el miedo es yo. Sin embargo, cuando me relaciono con mi miedo, puedo mirarlo con misericordia y sin confusión. Puedo reaccionar al miedo con compasión, y sanar en lugar de dejarme invadir por el pánico. Es la diferencia entre decir: “Tengo miedo” y decir: “Tengo pensamientos de miedo” o “Estoy sintiendo miedo”. Mis pensamientos no son yo. Yo soy el pensador que está pensando los pensamientos, pero yo no soy los pensamientos.

Cuando podemos separarnos del miedo que sentimos, ya nos hemos identificado con nuestro verdadero Ser. Nuestro Ser está seguro de Sí Mismo, y actúa para sanar nuestra mente, para llamarnos al hogar. Cuando damos la bienvenida en nuestra mente a este Ser, recordamos Quién somos.

Sin embargo, esta nueva visión de nosotros mismos incluye necesariamente a todos. Es como si Dios nos estuviera ofreciendo unas gafas y dijera: “Si te las pones, verás tu verdadero Ser”. Pero  nos rebelamos, cuando descubrimos que al ponérnoslas no sólo nos vemos a nosotros en una nueva luz sino a todos. Queremos vernos a nosotros inocentes, pero no estamos dispuestos a ver a todos de ese modo. Si nos negamos a ver inocentes a todos a nuestro alrededor, nos quitaremos las gafas, rechazaremos la visión de Cristo, y no podremos reconocernos a nosotros mismos (10:5). “Mas tú no lo podrás recordar a Él (Dios) hasta que contemples todo tal como Él lo hace” (10:4).


Cuando pensamientos de miedo entren hoy en mi mente, que yo reconozca que ellos son los extraños, los intrusos, y que yo soy el que estoy en mi hogar, no el miedo. El miedo no pertenece aquí. No necesito aceptarlo en mi mente. Pero que no luche contra el miedo, que contemple a mis pensamientos de miedo con compasión y con comprensión, reconociéndolos como un simple error, y no como un pecado. No hay que sentirse culpable por sentir miedo, no hay necesidad de ello. Puedo abandonar estos pensamientos, puedo ir a mi Ser, y ver esos pensamientos como las ilusiones que son. Puedo contemplarme con amor. Y desde este mismo lugar de consciencia compasiva, veo a todos mis hermanos en la misma luz: atrapados por el miedo, confundiendo al miedo consigo mismos, y que necesitan no juicio ni ataque sino perdón, amabilidad y compasión.  

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martes, 16 de mayo de 2023

UN CURSO DE MILAGROS. 16 de Mayo. LECCIÓN 136

 


LECCIÓN 136


La enfermedad es una defensa contra la verdad.

1. Nadie puede sanar a menos que comprenda cuál es el propó­sito que aparentemente tiene la enfermedad. 2Pues entonces comprende también que dicho propósito no tiene sentido. 3Al no tener la enfermedad causa ni ningún propósito válido, es imposible que exista. 4Una vez que se reconoce esto, la curación es automática. 5Pues dicho reconocimiento desvanece esta ilusión sin sentido, valiéndose del mismo enfoque que lleva a todas las ilusiones ante la verdad, y simplemente las deja allí para que desaparezcan.

2. La enfermedad no es un accidente. 2Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño. 3Y al igual que todos los demás mecanismos, su propósito es ocultar la realidad, ata­carla, alterarla, incapacitarla, distorsionarla, tergiversarla y reducirla a un insignificante montón de partes desarmadas. 4La meta de todas las defensas es impedir que la verdad sea íntegra. 5Las partes se ven entonces como si cada una de ellas fuese un todo en sí misma.

3. Las defensas no son involuntarias ni se forjan inconsciente­mente. 2Son como varitas mágicas secretas que utilizas cuando la verdad parece amenazar lo que prefieres creer. 3Parecen ser algo inconsciente debido únicamente a la rapidez con que decides emplearlas. 4En ese segundo, o fracción de segundo en que deci­des emplearlas, reconoces exactamente lo que te propones hacer, y luego lo das por hecho.

4. ¿Quién sino tú decide que existe una amenaza, que es necesario escapar, y erige una serie de defensas para contrarrestar la ame­naza que ha juzgado real? 2Todo esto no puede hacerse de manera inconsciente. 3Mas una vez que lo has hecho, tu plan requiere que te olvides de que fuiste tú quien lo hizo, de manera que parezca ser algo ajeno a tu propia intención; un acontecimiento que no guarda relación alguna con tu estado mental; un desenlace que produce un efecto real en ti, en vez de uno que tú mismo has causado.

5. La rapidez con la que te olvidas del papel que desempeñas en la fabricación de tu "realidad" es lo que hace que las defensas no parezcan estar bajo tu control. 2Mas puedes recordar lo que has olvidado, si estás dispuesto a reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada en el olvido. 3El hecho de que no te acuerdes no es más que la señal de que esa decisión todavía está en vigor, en cuanto que eso es lo que deseas. 4No confundas esto con un hecho. 5Las defensas hacen que los hechos sean irreconocibles. 6Ése es su propósito, y eso es lo que hacen.

6. Las defensas toman fragmentos de la totalidad, los ensamblan sin tener en cuenta la verdadera relación que existe entre ellos, y, de esta manera, tejen ilusiones de una totalidad que no existe. 2Este proceso es lo que produce la sensación de amenaza, y no cualquier resultado que pueda derivarse de él. 3Cuando se arran­can partes de la totalidad y se consideran como algo separado y como un todo en sí mismas, se convierten en símbolos que representan un ataque contra la totalidad y al, en efecto lograrlo, ésta no se puede volver a ver como la totalidad que es. 4Sin embargo, has olvidado que dichas partes sólo representan tu decisión de lo que debe ser real, a fin de que ocupe el lugar de lo que sí es real.

7. La enfermedad es una decisión. 2No es algo que te suceda sin tú mismo haberlo pedido, y que te debilita y te hace sufrir. 3Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. 4Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos.

8. ¿Por qué crees que la enfermedad puede escudarte de la verdad? 2Porque demuestra que el cuerpo no está separado de ti y que, por lo tanto, tú no puedes por menos que estar separado de la verdad. 3Experimentas dolor cuando el cuerpo lo experimenta, y en ese dolor te vuelves uno con él. 4De esta manera, tu "verda­dera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda mitigado y silenciado. 5Pues fíjate, ese polvo puede hacerte sufrir, torcerte las extremidades y pararte el corazón, ordenándote que mueras y dejes de existir.

9. De esta manera, el cuerpo es más fuerte que la verdad, la cual te pide que vivas, pero no puede imponerse a tu decisión de que­rer morir. 2Y así, el cuerpo es más poderoso que la vida eterna, el Cielo más frágil que el infierno y los designios de Dios para la salvación de Su Hijo se ven contrarrestados por una decisión que es más fuerte que Su Voluntad. 3El Hijo no es más que polvo, el Padre no está completo y el caos se sienta triunfante en Su trono.

10. Tal es el plan que has elaborado para tu propia defensa. 2crees que el Cielo se estremece ante ataques tan irracionales como éstos, en los que Dios queda cegado por tus ilusiones, la verdad transformada en mentiras y todo el universo hecho esclavo de las leyes que tus defensas quieren imponerle. 3Mas ¿quién podría creer en ilusiones salvo el que las inventa?. 4¿Quién más podría verlas y reaccionar ante ellas como si fuesen la verdad?

11. Dios no sabe nada de tus planes para cambiar Su Voluntad. 2El universo permanece indiferente a las leyes con las que has creído gobernarlo. 3el Cielo no se ha inclinado ante el infierno, ni la vida ante la muerte. 4Lo único que puedes hacer es elegir pensar que mueres o que sufres enfermedades, o que de alguna manera tergiversas la verdad. 5Lo que ha sido creado no guarda relación alguna con eso. 6Las defensas son planes para derrotarlo que no puede ser atacado. 7Lo que es inalterable no puede cambiar. 8Y lo que es absolutamente impecable no puede pecar.

12. Ésta es la simple verdad. 2No recurre a la fuerza ni al dominio. 3No exige obediencia, ni intenta demostrar cuán fútiles y lamenta­bles son tus intentos de planear defensas que la pudiesen alterar. 4La verdad sólo desea brindarte felicidad, pues ése es su propósito. 5Quizá exhala un pequeño suspiro cuando rechazas sus dones. aNo obstante, sabe con absoluta certeza que recibirás lo que Dios dispone para ti.

13. Este hecho es lo que demuestra que el tiempo es una ilusión. 2Pues el tiempo te permite pensar que lo que Dios te ha dado no es verdad ahora mismo, como no puede por menos que serlo. 3Los Pensamientos de Dios son totalmente ajenos al tiempo. 4Pues el tiempo no es sino otra absurda defensa que has urdido contra la verdad. 5Lo que Él dispone, no obstante, esta aquí, y tú sigues siendo tal como Él te creó.

14. El poder de la verdad es muy superior al de cualquier defensa, pues ninguna ilusión puede permanecer allí donde se le ha dado entrada a la verdad. 2ésta alborea en cualquier mente que esté dispuesta a deponer sus armas y a dejar de jugar con necedades. 3La verdad se puede encontrar en cualquier momento; incluso hoy mismo, si eliges practicar darle la bienvenida.

15. Este es nuestro objetivo hoy. 2Dedicaremos un cuarto de hora en dos ocasiones a pedirle a la verdad que venga y nos libere. 3la verdad vendrá, pues jamás ha estado separada de nosotros. 4Tan sólo aguarda la invitación que hoy le hacemos. 5Introduci­mos dicha invitación con una plegaria de curación para que nos ayude a superar nuestra actitud defensiva y permita que la ver­dad sea como siempre ha sido:
  
6La enfermedad es una defensa contra la verdad. 7Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente.

16. La curación destellará a través de tu mente abierta a medida que la paz y la verdad se alcen para ocupar el lugar de la con­tienda y de las imaginaciones vanas. 2No quedará ni un solo rincón tenebroso que la enfermedad pueda ocultar y defender contra la luz de la verdad. 3No quedarán en tu mente figuras sombrías procedentes de tus sueños ni sus absurdos y oscuros anhelos, cuyos propósitos dobles se persiguen descabelladamente. 4La mente sanará de todo deseo enfermizo que jamás haya tratado que el cuerpo obedeciera.

17. Ahora el cuerpo está sano porque la fuente de la enfermedad está dispuesta a recibir alivio. 2reconocerás que practicaste bien por lo siguiente: el cuerpo no sentirá nada en absoluto. 3Si has tenido éxito, no habrá sensación alguna de enfermedad o de bie­nestar, de dolor o de placer. 4La mente no responderá en absoluto a lo que el cuerpo haga. 5Lo único que se conserva es su utilidad y nada más.

18. Tal vez no te des cuenta de que esto elimina los límites que le habías impuesto al cuerpo como resultado de los propósitos que le habías adjudicado. 2A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. 3La salud del cuerpo queda plena­mente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías. 4No tienes que hacer nada para que esté bien, pues la enfermedad es ahora imposible.

19. Mas para conservar esta protección es preciso que te manten­gas extremadamente alerta. 2Si permites que tu mente abrigue pensamientos de ataque, juzgue o trace planes para contrarrestar cosas que tal vez puedan pasar en el futuro, te habrás vuelto a extraviar, y habrás forjado una identidad corporal que atacará al cuerpo, pues en ese caso la mente estará enferma.

20. De ocurrir esto, remédialo de inmediato, no permitiendo que tu actitud defensiva te siga haciendo daño. 2No te confundas con respecto a lo que necesita sanar, sino que di para tus adentros:

3He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo.
 4La enfermedad es una defensa con­tra la verdad. 
 5Mas yo no soy un cuerpo. 
6Y mi mente es incapaz de atacar.  
7Por lo tanto, no puedo estar enfermo.

AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-136-audios-mp3_rf_3927406_1.html


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Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson



INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA 

LECCIÓN 136  -  16  MAYO

“La enfermedad es una defensa contra la verdad”

Más largo: 2 veces, durante quince minutos.

  • Empieza con esta oración de sanación: “La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente”. Con esta oración estás pidiendo que tu mente ya no utilice más la enfermedad para “demostrarte” que eres un cuerpo. En lugar de eso, pides darte cuenta de lo que realmente eres, que es espíritu.
  • Después de hacer esta invitación, mantén tu mente en silencio y vigilante, preparada para recibir la respuesta que has pedido. Abre tu mente y deja que la sanación la ilumine. Deja que todos los propósitos que le has dado al cuerpo se borren, mientras la verdad de quién eres surge para despejar y abrir tu mente.

Observaciones: Si has practicado bien, tu cuerpo no sentirá nada. No se sentirá ni enfermo ni sano, ni bien ni mal. No tendrá poder para decirle a la mente qué debe sentir. Únicamente quedará su utilidad. Ciertamente, su utilidad aumentará, pues eran los propósitos que le diste los que le hacían débil, enfermo y capaz de ser atacado. “A medida que éstos se dejan a un lado, el cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil” (18:2). Sin embargo, Debes proteger este estado con una vigilancia cuidadosa, respondiendo inmediatamente a cualquier pensamiento que suponga que eres un cuerpo. Pues estos pensamientos hacen enfermar a la mente, y entonces la mente atacará al cuerpo con la enfermedad.

Respuesta a la tentación: Cada vez que tengas pensamientos de ataque, de juicios, o de hacer planes.
“Remédialo de inmediato” (20:1) diciendo: “He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo. La enfermedad es una defensa con­tra la verdad. Mas yo no soy un cuerpo. Y mi mente es incapaz de atacar. Por lo tanto, no puedo estar enfermo”. Las últimas líneas están relacionadas con unas líneas del Texto que dicen: que hay dos condiciones necesarias para que ocurra la enfermedad: “que el propósito del cuerpo es atacar, y que tú eres un cuerpo” (T.8:VIII.5:7). Si puedes aceptar de verdad que tú no puedes atacar, y que tú no eres un cuerpo, entonces “la enfermedad es inconcebible” (T.8.VIII.5:8).

Comentario

Ésta es otra de esas lecciones que pagará con creces estudiarla cuidadosamente, ¡hay cosas muy buenas en ella!

El pensamiento principal se afirma muy claro: la enfermedad es un medio que usamos para defendernos contra la verdad. Es una decisión que tomamos, elegida intencionadamente cuando la verdad se acerca demasiado para resultar cómoda, se elige para distraernos y para aferrarnos de nuevo al cuerpo. Entonces, viéndolo por el lado positivo, cuando enfermamos, ¡nos podemos felicitar por dejar entrar a la verdad  si el ego se ha asustado tanto de ella!

Por ejemplo, en 1995 Robert y yo dimos un seminario intensivo de fin de semana acerca de “Somos la Luz del Mundo: Aceptar Nuestra Función”. Durante aquel fin de semana me sentí profundamente impresionado por el mensaje que el Curso nos estaba trasmitiendo a todos. Al día siguiente del intensivo, tuve diarrea. ¡Hay pocas cosas que te bajen a nivel corporal como tener que correr al baño todo el tiempo! Pero en realidad lo encontré divertido, pensé: “¡Típico del ego! ¡Se veía venir!” En lugar de tener el efecto deseado (por el ego), tuve el contrario; me sirvió para recordarme la verdad, en lugar de distraerme de ella. Y, ¿sabes qué? Desapareció rápidamente. “Las defensas que son inservibles se abandonan automáticamente” (T.12.I.9:8).

La mayoría de las personas, cuando se les dice que han elegido la enfermedad, reaccionan negándolo rotundamente. Esto es fácil de descubrir. La lección dice que nuestra elección “se encuentra doblemente sellada en el olvido” (5:2). Primero elegimos esconder la molesta verdad que ha estado destruyendo nuestras ilusiones de separación y de la naturaleza física de nuestra identidad, y nos hace enfermar, ésa es la decisión que tomamos. Luego elegimos olvidar que lo hemos elegido; el primer escudo del olvido. Finalmente, nos olvidamos que elegimos olvidarlo; el segundo escudo del olvido. Todo esto sucede en una fracción de segundo (ver 3:4; 4:2-5:1). En esa fracción de segundo somos conscientes de lo que estamos haciendo, pero se levantan tan rápidamente los escudos que todo el proceso parece ser inconsciente (3:3).

Necesitamos recordar lo que hemos olvidado. El olvido intencionado de nuestra elección. Podemos recordar si estamos dispuestos a “reconsiderar la decisión que se encuentra doblemente sellada” (5:2), es decir, la decisión de escapar de la verdad, la decisión de que la verdad es algo contra lo que tenemos que defendernos. Ésta es la razón por la que el ejercicio del día dice:

“La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy completamente”.   (15:6-7)

El antídoto a todo el proceso es no intentar sanar el cuerpo enfermo, sino aceptar la verdad acerca de mí mismo, dejar que mi mente sea sanada. La enfermedad es un efecto lateral de rechazar la verdad acerca de mí mismo, la cura es aceptar la verdad en su lugar, volver a considerar la decisión original que, aunque oculta de la consciencia, tiene que estar ahí para que la enfermedad haya ocurrido.

En el último párrafo, la lección nos advierte: “No te confundas con respecto a lo que necesita sanar” (20:2). No es el cuerpo el que necesita sanación, es la mente. Esto está de acuerdo con el Texto, que nos dice:

Cuando el ego te tiente a enfermar no le pidas al Espíritu Santo que cure al cuerpo; pues eso no sería sino aceptar la creencia del ego de que el cuerpo es el que necesita curación. Pídele, más bien, que te enseñe cómo percibir correctamente el cuerpo, pues lo único que puede estar distorsionado es la percepción. (T.8.IX.1:5-6)

Lo que debe ponerse en duda y cambiarse es esa decisión original de rechazar la verdad de lo que somos, porque parece amenazar lo que pensamos que somos.

La lección dice algunas cosas increíbles acerca del cuerpo de una persona cuya mente ha sanado, y cuyo cuerpo ha sido aceptado como nada más que un instrumento para ser usado para sanar al mundo. “El cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil. La salud del cuerpo queda plena­mente garantizada porque ya no se ve limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las leyes a que antes lo sometías” (18:2-3). Si un cuerpo no está limitado por el tiempo, no envejece. No limitado por el clima significa que no necesita ropa de abrigo o refugio. No limitado por la fatiga, no necesita dormir. No limitado por lo que come o bebe, no necesita comer. ¿Quién de nosotros puede decir que esto es verdad para nosotros?

Quizá hemos experimentado unos pocos atisbos de una luz tan brillante, sin fatiga, sin necesidad de comer durante un tiempo. Pero nadie que yo conozca está en este estado de confianza perfecta. Nos queda camino por recorrer, a ti y a mí. Así que no creo que deba sorprendernos si un resfriado nos ataca, o si la gripe nos deja por los suelos, o incluso si algo “más serio” nos ocurre. Todavía tenemos miedo de la verdad (¡gran sorpresa!). En lugar de pensar: “¡Oh! ¿Por qué me he hecho esto a mí mismo? ¿Qué anda mal en mí que todavía me pongo enfermo?”, que diga: “¡Bah! He cometido un error. He olvidado lo que realmente soy, pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo. ¡Qué tonto! Sólo necesito recordar que no soy un cuerpo, esto no es lo que soy”. La “enfermedad” del cuerpo puede entonces convertirse en un acelerador para la sanación de mi mente, en lugar de una defensa contra la verdad.

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