martes, 20 de septiembre de 2016



"Tenemos que escuchar al niño que fuimos un día, y que todavía existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de momentos mágicos.
Si escuchamos al niño que tenemos en el alma, nuestros ojos volverán a brillar.
Si no perdemos el contacto con ese niño, no perderemos el contacto con la vida."
P. COHELO

martes, 6 de septiembre de 2016

UN CURSO DE MILAGROS. 6 de Septiembre. LECCIÓN 249



LECCIÓN 249

El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida

1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. 2El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. 3¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? 4¿En qué pérdida se podría incurrir? 5El mundo se convierte en un remanso de dicha, abun­dancia, caridad y generosidad sin fin. 6Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. 7Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.

2. Padre, queremos devolverte nuestras mentes. 2Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. 3Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.


3. ¿Qué es el mundo?

1. El mundo es una percepción falsa. 2Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. 3Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. 4Cuando el pensamiento de separa­ción haya sido sustituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de una manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. 5Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.

2. El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. 2Es el símbolo del miedo. 3Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? 4El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él. 5Esa fue la cuna de la percep­ción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pen­samientos tan descabellados. 6Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. 7Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.

3. Y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, 2que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar. 3Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. 4Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la ver­dad y donde se mantiene aparte de las mentiras. 5No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.

4. Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. 2Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. 3Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. 4Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. 5Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.

5. No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. 2No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total. 3Y no intentemos cambiar nuestra función. 4Tenemos que salvar al mundo. 5Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.

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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA 

Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson

LECCIÓN 249  -   6  SEPTIEMBRE

El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.

  • Lee la lección.
  • Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
  • Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

  • Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
  • Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

No perdonar es doloroso. Hay una tensión, una dureza, una coraza en el corazón. Duele expulsar a alguien de mi corazón. El perdón pone fin a ese sufrimiento, a ese dolor, a esa pérdida, a esa soledad.

No es tan fácil creer que el perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda pérdida. Todavía parece que parte de mi dolor no está relacionado con la falta de perdón, sin embargo lo está, todo ello.

Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma (L.193.4:1-2).

Si no sufro ni siento ninguna pérdida, si perdono tal como dice el Curso que lo haga, y veo que no hubo pecado, que no fui herido, y que no he perdido nada, entonces, “la ira no tiene sentido” (1:1). Si no hay ira, no hay ataque. Si todas nuestras mentes aceptasen el perdón (recibir el perdón así como darlo), no habría sufrimiento ni pérdida.

El mundo se convierte en un remanso de dicha, abun­dancia, caridad y generosidad sin fin (1:5).

Así es como veré el mundo cuando lo contemple con los ojos de Cristo. Incluso cuando estaba siendo crucificado, Jesús vio el mundo de esta manera, y su corazón estaba lleno de “caridad y generosidad sin fin” hacia aquellos que le condenaron y le clavaron los clavos.

Ver el “mundo real” no significa que de repente todos a nuestro alrededor se transformen en seres angelicales. Jesús vio el mundo real y, sin embargo, fue crucificado. Pero ¡él no sufrió, ni sintió ninguna pérdida! Él ya no se identificaba con su cuerpo, sabía que el cuerpo no podía morir porque nunca estuvo vivo, así que no estaba perdiendo su vida. Del mismo modo para nosotros, alcanzar el mundo real por medio del perdón no significa que toda nuestra vida se transforme en un camino sembrado de rosas hasta la gloria. Puede haber resistencia. Puede que haya quien quiera hacernos daño. Nuestro cuerpo puede enfermar. Nuestros seres amados morirán, se robarán coches, se incendiarán las casas, se perderán trabajos. La mente que ha sanado no verá pérdida, ni sentirá sufrimiento, sabiendo que “nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2).
Creo que cuantas más mentes acepten el perdón, el reflejo físico de esas mentes cambiará también, volviéndose más pacíficas, más amorosas, más abundantes, más llenas de ternura y caridad. Sin embargo, el cambio del reflejo físico es un efecto secundario, no es el objetivo. El objetivo es devolverle nuestra mente a Dios.

Cuando nuestra mente ha alcanzado esa percepción verdadera elevada, el Cielo está muy cerca. El mundo “se transforma en un instante en la luz que refleja” (1:6).

Que hoy le devuelva mi mente a Dios. Que me libere de la amargura, y que calme mi mente de sus miedos, de su violencia y muerte. Que hoy descanse en Dios.  Que perdone todo lo que parece desearme daño y, al hacerlo así, me libere a mí mismo de todo sufrimiento. Que hoy me libre de todo sufrimiento. Que hoy esté en paz.


¿Qué es el mundo?  (Parte 9)

L.pII.3:5:1-2

Aunque el Curso dice: “el mundo es una percepción falsa” (1:1), el Curso no desprecia al mundo. Al contrario, Jesús nos pide: “No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción” (5:1). No le damos la espalda al mundo, no nos sacudimos el polvo de los pies y nos alejamos. Ciertamente, no podemos hacer eso aunque lo deseáramos, porque el mundo es parte de nosotros mismos, nuestra culpa, las partes de nosotros que hemos rechazado, proyectado fuera y dado forma. Si voy a salvarme, el mundo tiene que salvarse, porque el mundo soy yo mismo.

La salvación, para ser salvación, tiene que ser completa. Nada puede dejarse fuera de ella. “No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total” (5:2). Se nos pide que no nos quedemos contentos y satisfechos con nuestra salvación individual. La “salvación individual” es una contradicción, un imposible. La separación es el infierno, la salvación es la unidad. ¿Cómo puedo yo salvarme, separado de ti, si la salvación es el fin de la separación?

Hay una tendencia entre los estudiantes del Curso, especialmente con eso de que es un “curso de auto-estudio”, de volverse introvertidos y de ocuparse de su propio desarrollo espiritual, y bastante indiferentes hacia llevar al resto del mundo a unirse a nuestra percepción cambiada. Algo a lo que se le da muchísima importancia a lo largo del Curso, pero que parece perderse de vista  en el camino, es la idea de que se nos pide salvar al mundo. “Oh, ¿no es eso hacer real a la ilusión? ¿No es una traición a la enseñanza no-dualista del Curso decir que nuestra tarea es llevar luz a la oscuridad? ¿No llevamos nuestra oscuridad a la luz?” Jesús no parece pensar que una excluye a la otra. Lee estas dos frases de nuevo. O escucha estas palabras del Texto:

Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. La oscuridad en ti se llevó ante la luz. Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. (T.18.III.7:1-3)

Una y otra vez el Curso señala que no podemos tener certeza, que no podemos reconocer completamente la verdad en nosotros hasta que la compartimos con otros, “Al dar es como reconoces que has recibido” (L.159.1:7). Darle la espalda al mundo es dejar sin sanar la falta de perdón en nuestra mente. Nuestra tarea no es predicar al mundo, ni discutir para que esté de acuerdo con nosotros, ni “convertir” a nadie. Nuestra tarea es perdonar al mundo, abrir nuestro corazón al mundo con amor. Es borrar la culpa de todas las mentes a través de nuestro perdón. Con nuestros  pensamientos, palabras, y hechos, comunicar el mensaje que el Curso dice que es su objetivo central:

“El Hijo de Dios es inocente” (T.13.I.5:1, M.1.3:5, M.27.7:8).

En este programa de estudios no hay conflictos, pues sólo tiene un objetivo, no importa cómo se enseñe. Todo esfuerzo que se haga en su favor se le ofrece a la eterna gloria de Dios y de Su creación con el solo propósito de liberar de la culpabilidad. Y cada enseñanza que apunte en esa dirección apunta directamente al Cielo y a la paz de Dios. (T.14.V.6:3-5)

Y se nos pide que no nos quedemos contentos ni satisfechos hasta que el perdón sea completo, y se haya quitado toda culpa de cada mente atormentada.

lunes, 5 de septiembre de 2016

UN CURSO DE MILAGROS. 5 de Septiembre. LECCIÓN 248



LECCIÓN 248

Lo que sufre no forma parte de mí

1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre no forma parte de mí. 4Yo no soy aquello que siente pesar. 5Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. 6Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. 7Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.

2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, me permite también amar nue­vamente a Tu Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que son uno.


3. ¿Qué es el mundo?

1. El mundo es una percepción falsa. 2Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. 3Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. 4Cuando el pensamiento de separa­ción haya sido sustituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de una manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. 5Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.

2. El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. 2Es el símbolo del miedo. 3Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? 4El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él. 5Esa fue la cuna de la percep­ción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pen­samientos tan descabellados. 6Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. 7Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.

3. Y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, 2que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar. 3Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. 4Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la ver­dad y donde se mantiene aparte de las mentiras. 5No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.

4. Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. 2Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. 3Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. 4Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. 5Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.

5. No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. 2No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total. 3Y no intentemos cambiar nuestra función. 4Tenemos que salvar al mundo. 5Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.

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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA 

Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson


LECCIÓN 248  -   5  SEPTIEMBRE

“Lo que sufre no forma parte de mí”

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.

  • Lee la lección.
  • Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
  • Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

  • Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
  • Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

El título de esta lección me resulta interesante porque acabo de terminar de escribir un artículo sobre nuestra identidad equivocada, y la necesidad que dice el Curso que tenemos de separarnos de nuestro ego. (No, el Curso no siempre pone un efecto negativo a la palabra separación. Por ejemplo, ver T.22.II.6:1). La lección afirma que lo que sufre realmente no forma parte de mí en absoluto. Esto debe ser verdad si yo soy el Hijo de Dios, y el Hijo de Dios “no puede sufrir” (L.244.1:3). Lo que yo soy no puede sufrir, por lo tanto, “lo que sufre no forma parte de mí”.

Ahora, seamos honestos. Si por un momento pensamos en el sufrimiento, de diferentes clases, que hemos experimentado en nuestra vida, hay una cosa muy segura: estábamos completamente convencidos de que estábamos sufriendo. No una parte que ni siquiera es parte de nosotros, sino que estábamos sufriendo nosotros. Por poner un ligero ejemplo, cuando cojo la gripe, me siento fatal.  No es otro el que se siente fatal, no es algo que yo crea separado o distinto de mí (¡aunque he deseado que lo fuera!). Eso es lo que parece.  ¿Demuestra esto que el Curso está equivocado? ¿O es una prueba de lo completamente identificados que todavía estamos con nuestro ego y con nuestro cuerpo?

La lección nos pide que empecemos a aprender a separarnos de nuestro ego y de nuestro cuerpo. “He abjurado de la verdad. Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad” (1:1-2).

Luego sigue una serie de afirmaciones en las que a propósito diferenciamos nuestro Ser de lo que siente distintas cosas a las que el Curso considera ilusorias: el sufrimiento, la pena, el dolor y la muerte. La frase acerca de la muerte es muy clara y rotunda: “Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo” (1:6).

Es especialmente difícil  practicar esta lección cuando estamos sufriendo. Sin embargo, si estamos dispuestos, sorprendentemente puede ser un gran consuelo. Por ejemplo, si tengo una gran pena y soy capaz de decir: “Lo que siente pena no forma parte de mí”, puede ser útil.  Date cuenta de que esto no es negación en sentido negativo. No estoy diciendo: “No siento pena”. Estoy diciendo: “Lo que sufre” (y reconozco que hay sufrimiento) “no forma parte de mí”. No estoy negando la pena, estoy negando que la pena sea parte de mí. Estoy reconociendo que la cosa que está sintiendo pena no es quien yo soy realmente, es una imagen falsa de mí mismo, una ilusión de mi mismo con la que me he identificado, pero que no soy yo verdaderamente. Cuando la pena es tan grande que parece que va a devorarme, la comprensión de que “Lo que sufre no forma parte de mí” puede ser tranquilizadora. Y ciertamente al enfrentarnos a la muerte física, puede ser tranquilizador saber que lo que muere no soy yo.

Esta negación de la falsedad, esta negación de “todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios” (1:7), nos prepara para dar la bienvenida a nuestro verdadero Ser. Cuando me doy cuenta de que ninguna de estas cosas tenebrosas afecta a Quien yo realmente soy, “mi viejo amor por Ti (Dios) retorna” (2:1). Ese amor queda oculto cuando creo que lo que sufre soy yo, conscientemente o sin darme cuenta culpo a Dios por mi sufrimiento, y no puedo encontrar mi verdadero amor por Él. Por debajo del nivel consciente, cada sufrimiento, pena y dolor que sentimos en este mundo, se pone a los pies de Dios y apuntamos un dedo acusador a Él. Pensamos que eso es lo que Él quería para nosotros. Cuando empezamos a romper nuestra identificación con nuestro cuerpo y nuestro ego, cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestro Ser no sufre, podemos recordar el Amor de Dios, y amarle nosotros a Él. “Soy tal como Tú me creaste” (2:2), nada ha sufrido ningún daño. Nada se ha perdido. Dios nunca ha estado enfado. Y podemos unir nuestro amor con el de Dios y comprender que son uno (2:4).


¿Qué es el mundo?  (Parte 8)

L.pII.3.4:3-5

Así que, en lugar de aceptar las pruebas de nuestros sentidos, la “prueba” que el ego quiere que veamos que estamos solos y separados, podemos volvernos y seguir Su Luz, y ver el mundo tal como Él lo ve (4:3). Esto es la mayoría de las veces, especialmente al principio, un asunto de ver como el ego ve, dándonos cuenta de que es ilusorio, y luego pedir al Espíritu Santo que me ayude a verlo de manera diferente. Algo sucede (por ejemplo alguien cercano a mí critica lo que estoy haciendo) y al principio lo veo a través de los ojos del ego. Veo ataque. Me siento herido. Me siento enfadado. Pero la Voz de Dios me habla y me recuerda que “Nunca estoy disgustado por la razón que creo (L.5). Así que me vuelvo a Él y Le digo: “De acuerdo, Espíritu Santo”. Y añado:

No conozco el significado de nada, incluido esto.
No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora. (T.14.XI.6:7-9)

Y Le pido que me muestre lo que Él ve. Él siempre ve todo como una expresión de amor o como una petición de amor, y las cuales sólo pueden contestarse con amor. Si de verdad Le abro mi mente, y abandono la manera en que veo la situación, Su visión reemplazará a lo que yo veo.

“Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla” (4:4). El Espíritu Santo nos está hablando todo el tiempo, nos habla a través de nuestros hermanos y a través de los acontecimientos de nuestras vidas. La petición de ayuda de nuestros hermanos es la Voz del Espíritu Santo invitándonos a ser nosotros mismos, a ser el Amor que somos. Detrás de cada ilusión está la Voz que habla a favor de Dios, continuamente invitándonos a recuperar nuestra Identidad y a responder como los salvadores del mundo que somos.

Él nos concederá la paz y la seguridad (4:5). Nosotros las rechazamos, pero Él las mantuvo a salvo para nosotros, siempre que estemos dispuestos a tenerlas de nuevo. Nuestra paz y seguridad no vendrán del mundo,  nunca han estado en el mundo y nunca lo estarán. Sin embargo, vendrán de Su visión del mundo. “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1). Si pasamos por alto todas las pruebas del ego, y dejamos que el Espíritu Santo interprete todo lo que vemos, veremos un mundo completamente distinto del que hemos estado viendo. Y ese mundo, el mundo real, nos llenará de paz y seguridad.


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domingo, 4 de septiembre de 2016

UN CURSO DE MILAGROS. 4 de Septiembre. LECCIÓN 247



LECCIÓN 247

Sin el perdón aún estaría ciego

1. El pecado es el símbolo del ataque. 2Si lo veo en alguna parte, sufriré. 3Pues el perdón es el único medio por el que puedo alcan­zar la visión de Cristo. 4Permítaseme aceptar que lo que Su visión me muestra es la simple verdad y sanaré completamente. 5Ven hermano, déjame contemplarte. 6Tu hermosura es el reflejo de la mía. 7Tu impecabilidad, la mía propia. 8Has sido perdonado, y yo junto contigo.

2. Así es como quiero ver a todo el mundo hoy. 2Mis hermanos son Tus Hijos. 3Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. 4Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.


3. ¿Qué es el mundo?

1. El mundo es una percepción falsa. 2Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. 3Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. 4Cuando el pensamiento de separa­ción haya sido sustituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de una manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. 5Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.

2. El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. 2Es el símbolo del miedo. 3Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? 4El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él. 5Esa fue la cuna de la percep­ción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pen­samientos tan descabellados. 6Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. 7Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.

3. Y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, 2que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar. 3Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. 4Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la ver­dad y donde se mantiene aparte de las mentiras. 5No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.

4. Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. 2Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. 3Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. 4Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. 5Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.

5. No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. 2No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total. 3Y no intentemos cambiar nuestra función. 4Tenemos que salvar al mundo. 5Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.

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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA 

Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson

LECCIÓN 247  -   4  SEPTIEMBRE

“Sin el perdón aún estaría ciego”

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.

  • Lee la lección.
  • Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
  • Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

  • Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
  • Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

En realidad, toda falta de perdón es a mí mismo. Hoy estoy viendo una forma más astuta de falta de perdón. Quizá estoy dispuesto a admitir que mis sentimientos no amorosos y desgraciados se deben a mi propia voluntad y elección en el pasado. Si de verdad miro a mi ego sin juzgarlo, podré reconocer que me estoy sintiendo ahora sin amor y sin felicidad  porque estoy eligiendo estos sentimientos ahora, en este momento. Si no puedo hacer eso, todavía estoy escuchando a la voz de la culpa.

Durante un instante, el pecado y la Expiación (corrección) deben ponerse juntos sobre el altar de tu mente en paz. La culpa debe traerse al ahora para que sea sanada.

Si evito mirar a mi identificación con el ego en este momento, si evito mirar a mi culpa ahora, entonces me estoy cegando a mí mismo. Debido al perfecto poder de mi mente, evitar mirar al ego en este momento significa que nunca lo veo en el momento presente. Voy tropezando por la vida ciego a mi ego en el momento presente. Siempre me pilla sin estar vigilante. Una y otra vez el ego me pone la zancadilla, y tropiezo y caigo, diciendo como un tonto: “¡Oh, eso debe haber sido mi ego!”

Para decirle “Sí” a Dios, tengo que reconocer que en este momento estoy diciendo “No”. “"Sí" tiene que significar "que no has dicho no"” (T.21.VII.12:4). Lo más importante no es decir “sí” sino darme cuenta de que estoy diciendo “no”. Cuando me dé cuenta de ello, dejaré de hacerlo. Y cuando abandono mi “no”, me doy cuenta de la paz que siempre ha estado ahí. Decirle “no” al “no”, negar la negación, es la manera de decir “sí”. Pero no puedo decirle “no” al “no” hasta que me dé cuenta de que estoy diciendo “no”.

Una prueba que no falla de que no he admitido mi culpa es que todavía la estoy proyectando sobre otros. Todavía estoy inventando excusas para mí mismo, todavía estoy hablando de mis debilidades, sintiendo que “nunca lo conseguiré”. O me empeñaré en que otros admitan su responsabilidad por la situación de la relación. Si alguien intenta hacerme ver mi responsabilidad de las cosas, me siento atacado, aunque lo hagan con verdadero amor. Diré cosas como: “No me di cuenta de lo que estaba haciendo”, o “En aquel momento no me di cuenta de que te estaba atacando”. Seguiré sintiendo que, aunque yo haya actuado desde mi ego, tú también lo has hecho, y también podías admitirlo.

“No era consciente” o “No me di cuenta de lo que estaba haciendo” ¡no es una excusa! Si no me doy cuenta, sólo hay una razón: yo estaba eligiendo no darme cuenta. Me he creado el hábito de negarme a ver mi culpa en el presente, y por eso, en cada momento presente vivo sin darme cuenta de mis pensamientos de ego.

El terror a mirar a mi ego ahora es tan grande que en el momento en que empiezo a darme cuenta quiero proyectar mi ego al pasado, alejarlo y negar que ahora estoy identificado con él. Pero la sanación tiene lugar únicamente en el presente, en el ahora. El horror del ego, el deseo de separarme y de asesinar a mi hermano debe verse en el ahora para que sea sanado. Cuando lo permito, la sanación siempre tiene lugar. Traída al presente, la culpa encuentra al Espíritu Santo y a la Expiación, pues ése es el único tiempo y lugar. La Expiación vive y eso es todo lo que vive en el presente. La culpa está aquí y luego ha desaparecido de la existencia. La culpa no puede existir en presencia de la Expiación, tal como la oscuridad no puede existir en la luz.

Si no veo inocencia en mis hermanos,  estoy escondiendo la culpa en mí mismo. No hay culpa sino la mía propia. Y cuando me dé cuenta de ello, no habrá culpa en absoluto. 


¿Qué es el mundo?  (Parte 7)

L.pII.3.4:1-2

Aunque nuestra vista se hizo para alejarnos de la verdad, “puede asimismo tener otro propósito” (4:1). El propósito que el ego tiene para lo que vemos puede ser sustituido por un nuevo propósito, el del Espíritu Santo. “Hemos aprendido, no obstante, que el Espíritu Santo tiene otro uso para todas las ilusiones que tú has forjado, y, por lo tanto, ve en ellas otro propósito” (L.64.2:2). “El Espíritu Santo te enseña a usar lo que el ego ha fabricado a fin de enseñarte lo opuesto a lo que el ego ha ‘apren­dido’” (T.7.IV.3:3). Así pues el Espíritu Santo nos enseña a usar nuestros ojos y oídos para ver la unidad y la Presencia de Dios en todo, en lugar de la separación y la ausencia de Dios.

Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. (4:2)

Lo dicho al principio podría hacernos pensar que, puesto que nuestros ojos se hicieron para ver el error, ahora no nos sirven para nada. Pero el Espíritu Santo usará todo lo que el ego ha hecho. Él utiliza el cuerpo como un instrumento de comunicación. Él utiliza nuestras relaciones especiales para enseñarnos el perdón, el amor y la unión. Él utiliza nuestra capacidad de aprender (hecha para aprender el error) para enseñarnos la verdad. Él utiliza todo el mundo como un aula de aprendizaje del perdón y como un reflejo del Cielo. No hay nada que el ego haya inventado que no pueda ser usado por el Espíritu Santo. Así que al final, no hay pérdida en absoluto, porque todas las energías del ego han sido “recicladas” o transformadas por el Espíritu Santo para Su propósito.


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