miércoles, 24 de agosto de 2016

UN CURSO DE MILAGROS. 24 de Agosto. LECCIÓN 236


LECCIÓN 236

Gobierno mi mente, la cual sólo yo debo gobernar.

1. Tengo un reino que gobernar. 2Sin embargo, a veces no parece que yo sea su rey en absoluto, 3sino que parece imponerse sobre mí, y decirme cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir. 4No obstante, se me ha dado para que sirva cualquier propósito que yo perciba en él. 5La única función de mi mente es servir. 6Hoy la pongo, al servicio del Espíritu Santo para que Él la use como mejor le parezca. 7De esta manera, soy yo quien dirige mi mente, que sólo yo puedo gobernar. 8Y así la dejo en libertad para que haga la Voluntad de Dios.

2. Padre, mi mente está dispuesta hoy a recibir Tus Pensamientos y a no darle entrada a ningún pensamiento que no proceda de Ti. 2Yo gobierno mi mente, y te la ofrezco a Ti. 3Acepta mi regalo, pues es el que Tú me hiciste a mí.


AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-236-audios-mp3_rf_5039002_1.html



2. ¿Qué es la salvación?

1. La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él. 2Él no puede dejar de cumplirla. 3Garantiza que al tiempo le llegará su fin, al igual que a todos los pensamientos que se originaron en él. 4La Palabra de Dios se le concede a toda mente que cree tener pensamientos separados, a fin de reemplazar, esos pensamientos de conflicto con el Pensamiento de la paz.

2. El Pensamiento de la paz le fue dado al Hijo en el mismo ins­tante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra. 2Antes de eso no había necesidad de ese Pensamiento, pues la paz se había otorgado sin opuestos y simplemente era. 3Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación. 4Y así, el Pen­samiento que tiene el poder de subsanar la división pasó a formar parte de cada fragmento de la mente que seguía siendo una, pero no reconocía su unidad. 5Al no conocerse a sí misma, pensó que había perdido su Identidad.

3. La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. 2De esta manera, las ilusiones desaparecen. 3Al no prestarles apoyo, deja que sim­plemente se conviertan en polvo. 4lo que ocultaban queda ahora revelado: un altar al santo Nombre de Dios donde Su Palabra está escrita, con las ofrendas de tu perdón depositadas ante él, y tras ellas, no mucho más allá, el recuerdo de Dios.

4. Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos. 2Ahí compartimos nuestro sueño final. 3Es éste un sueño en el que no hay pesares, pues contiene un atisbo de toda la glo­ria que Dios nos ha dado. 4En él se ve brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje. 5La tierra nace de nuevo desde una nueva perspectiva. 6La noche ya pasó, y ahora nos hemos unido en la luz.


5. Desde ahí le extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos. 2El himno que llenos de júbilo entonamos le proclama al mundo que la libertad ha retornado, que al tiempo casi le ha llegado su fin y que el Hijo de Dios tan sólo tiene que esperar un instante antes de que su Padre sea recordado, los sue­ños hayan terminado, la eternidad haya disuelto al mundo con su luz y el Cielo sea lo único que exista.



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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA 

Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson


LECCIÓN 236  -   24  AGOSTO

“Gobierno mi mente, la cual sólo yo debo gobernar”

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.

  • Lee la lección.
  • Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
  • Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

  • Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
  • Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

Si “el secreto de la salvación” es que “soy yo el que se está haciendo todo esto a sí mismo” (T.27.VIII.10:1), la “salvación” o la buena noticia es que no hay fuerzas enemigas externas que tengan poder sobre mí. Es sólo mi propia mente la que lo está fastidiando todo. Y si eso es cierto, hay esperanza. Porque ¡nadie está gobernando mi mente por mí! Por lo tanto, puedo cambiarlo completamente. Mi mente es mi reino, y yo soy el rey de mi reino. Yo lo gobierno, nadie ni nada más lo hace.

Sí, es cierto que: “a veces no parece que yo sea su rey en absoluto” (1:2). ¡A veces! Para la mayoría de nosotros parece la mayor parte del tiempo. Mi “reino” parece gobernarme a mí, y no a la inversa, diciéndome: “cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir” (1:3). Un Curso de Milagros es un curso para reyes, nos entrena en cómo gobernar nuestra mente. Hemos dejado que el reino esté sin control, en lugar de gobernarlo. Hemos inventado el problema, proyectado la imagen del problema, y luego hemos culpado a la imagen de ser el problema. Como dice el Texto, hemos invertido causa y efecto. Nosotros somos la causa, inventamos el efecto, y ahora pensamos que el efecto es nuestra causa (T.28.II.8:8). Por eso necesitamos un curso en “entrenamiento mental” que nos enseñe que somos nosotros los que gobernamos nuestra mente.

La mente es un instrumento, que se nos ha dado para que nos sirva (1:4-5). No hace nada, excepto lo que queremos que haga. El problema es que no hemos observado lo que le hemos pedido a la mente que haga. Hemos pedido la separación, hemos pedido la culpa; y puesto que nos consideramos culpables hemos pedido la muerte, y la mente ha dado lo que se pide. Nos hemos dedicado a la locura salvaje del ego, y el resultado es el mundo en el que vivimos. Por eso necesitamos verlo, dejar de hacerlo, y poner la mente al servicio del Espíritu Santo, en lugar de al servicio ego.

Eso me plantea una pregunta. Si se supone que yo debo gobernar mi mente, ¿cómo el modo de gobernarla es entregándosela al Espíritu Santo? Aquí se dice que poner la mente al servicio del Espíritu Santo es el modo en que “soy yo quien dirige mi mente” (1:6-7). La respuesta es muy sencilla. Sólo hay dos elecciones: el ego o el Espíritu Santo, el miedo o el amor, la separación o la unión. El Espíritu Santo no es un poder extraño que me gobierna, Él es la Voz de mi propio Ser así como la Voz de Dios. Él es la Voz tanto del Padre como del Hijo porque Padre e Hijo son uno, con una sola Voluntad. La petición de que gobierne mi mente no es una petición a una independencia de confiar sólo en nosotros mismos, el rey “todo por mi propia cuenta”. Ésa es la interpretación del ego acerca de gobernar mi mente. La petición de que gobierne mi mente es una petición de total dependencia, de total confianza en el Ser, confianza en el Ser que todos compartimos.

Tengo la elección entre la ilusión de independencia en la que mi mente está realmente aprisionada por sus efectos y la libertad total en la que mi mente se dedica a su propósito divino al que está destinada, sirviendo a la Voluntad de Dios. ¿Quién puede negar que nuestra experiencia de ser una mente independiente es realmente una experiencia de esclavitud, en la que nuestro “reino” nos dice cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir? Que hoy nos demos cuenta de que hay otra elección, y que gustosamente ofrezcamos nuestra mente a Dios. Que entremos de todo corazón en el proceso de entrenar nuestra mente para pensar con Dios.   


¿Qué es la salvación?  (Parte 6)

L.pII.2.3:4

Cuando dejamos de apoyar las ilusiones de la mente, y se convierten en polvo, ¿qué queda? “Lo que ocultaban queda ahora revelado” (3:4). Cuando las ilusiones desaparecen, lo que queda es la verdad. Y la verdad es una realidad maravillosa dentro de nosotros. En lugar de la maldad y la mezquindad que tememos encontrar dentro de nosotros, encontramos “un altar al santo Nombre de Dios donde Su Palabra está escrita” (3:4). La verdad que está detrás de todas las máscaras y de todos los errores y de los astutos engaños del ego: en mi propio corazón hay un altar a Dios, un lugar sagrado, una santidad eterna y ancestral.

Hay tesoros depositados ante el altar. ¡Son tesoros que yo he depositado allí! Son los regalos de mi perdón. Y sólo hay una pequeña distancia, sólo un instante, desde este lugar al recuerdo de Dios Mismo (3:4).

El descubrimiento del santo altar a Dios dentro de mi mente  es el resultado de no hacer nada, de dejar de seguir apoyando a las ilusiones del ego, de negarnos a dedicarle por más tiempo nuestra mente al ego y a sus propósitos. El descubrimiento de lo que es verdad acerca de mí, y el recuerdo de Dios que viene a continuación, proceden de mi disposición a poner en duda las ilusiones y a abandonarlas. No necesito construir el altar o acondicionarlo, ya está ahí, detrás de las brumas de engaño a mí mismo. El camino a la verdad es por medio de darnos cuenta de las mentiras que la ocultan. Muy dentro de mí, la unión con Dios continúa sin interrupciones, esperando únicamente a que me aparte de las mentiras que afirman lo contrario. Puedo regresar a ese altar ahora. Puedo apartar las cortinas que lo ocultan,  entrar en la Presencia de Dios y encontrar a mi Ser esperándome ahí.

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