LECCIÓN 218
No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
1. (198) Sólo mi propia condenación me hace daño.
2Mi condenación nubla mi visión, y a través de mis ojos ciegos no puedo ver la visión de mi gloria. 3Mas hoy puedo contemplar esta gloria y regocijarme.
6Pues aún soy tal como Dios me creó.
AUDIO :
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-218-audios-mp3_rf_4928380_1.html
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 218 - 6 AGOSTO
“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”
(198) “Sólo mi propia condenación me hace daño”
“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”
SEXTO REPASO. INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Propósito: Repasar cuidadosamente las últimas 20 lecciones, cada una de las cuales contiene todo el plan de estudios en su totalidad y, por lo tanto, es suficiente para la salvación, si se entiende, se practica, se acepta y se aplica sin excepción.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: por lo menos quince minutos.
- Repite: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.
- Cierra los ojos y abandona todo lo que abarrota tu mente, olvídate de todo lo que crees saber. Dedícale el tiempo al Espíritu Santo, tu Maestro. Si te das cuenta de algún pensamiento de distracción, de inmediato niega que seas su presa, asegurándole a tu mente que ya no lo quieres más. Luego abandónalo y sustitúyelo con la idea del día. Di: “No quiero este pensamiento. El que quiero es ________” (la idea del día).
Observaciones: Estamos intentando ir más allá de las formas especiales de práctica porque lo que estamos intentando es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios, que es nuestro objetivo.
Recordatorios cada hora: Repite: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.
Respuesta a la tentación: No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. Luego descarta tranquilamente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día, diciendo: “No quiero este pensamiento. El que quiero es ________” (la idea del día).
COMENTARIOS SOBRE LA PRÁCTICA
- Intentamos abandonar las palabras.
- Intentamos abandonar las formas especiales de practicar.
Para las sesiones de práctica más largas nuestras únicas instrucciones son:
- Vaciar nuestra mente de todo lo que la abarrota y olvidar todo lo que pensábamos que sabíamos.
- Entregamos nuestras sesiones de práctica al Espíritu Santo, Quien nos enseñará qué pensar, decir y hacer, y Quien guiará nuestras sesiones de práctica.
Hay dos excepciones a esta falta de estructura:
- Se nos dice que no dejemos pasar ningún pensamiento vano o distraído sin respuesta durante nuestro tiempo de quietud.
- Se nos dan unos pocos pensamientos concretos (unas pocas líneas) para la lección de cada día, para que nos ayuden en nuestra práctica.
Comentario
La condena no hiere al cuerpo. Esto me recuerda la vieja canción de la infancia: “Los palos y las piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras no pueden herirme”. No soy un cuerpo, lo que yo soy no puede ser herido por “palos y piedras”. Sólo mi propia condenación, mi aceptación de esas “palabras” puede herirme.
¿No te has insultado a ti mismo? Yo sé que lo he hecho: “¡Idiota!” “¡Eres tan tonto, Watson!” Estas palabras burlándome de mí mismo e insultándome, después de todos estos años, todavía surgen en mi cabeza y salen de mi propia boca. Sólo son síntomas superficiales de una condena mucho más profunda de mí mismo, y de una falta de confianza en mí mismo que es la causa de todos mis problemas. Marianne Williamson tiene toda la razón cuando dice “mi ego es mi odio a mí mismo”.
Y cuando me doy cuenta de que todas las formas de condena dirigidas hacia fuera -ira, prejuicio, resentimiento, desagrado habitual, incluso el simple malestar con alguien- todas y cada una de ellas son proyecciones de mi propio ataque a mí mismo, entonces empiezo a darme cuenta de lo profunda y extensa que es mi condena a mí mismo. Esta condena me hace daño. Arrojo mis dardos de ataque al mundo, y cada una me vuelve para apuñalarme por la espalda. “No puede ser sino a mí mismo a quien crucifico” (L.216).
Mientras mantenga esta guerra contra mí mismo, mis ojos estarán ciegos a mi propia gloria. No puedo ver el Cristo en mí mismo debido al polvo de la tormenta de condena a mí mismo, ya se dirija hacia adentro o afuera a las ilusiones de mí mismo que creo que están fuera de mí. Lo que me ciega es la constante corriente de juicios.
Hoy, puedo ver mi propia gloria sólo con elegirlo. Todo lo que necesito es aceptar la Expiación para mí mismo. Desenchufarme del Canal de los Juicios. Conectarme al Canal del Perdón. Que me aquiete ahora y sienta el Amor dentro: el Amor de Dios por mí, Su Hijo; mi Amor por Él; el Amor de mi propio Ser por mí, y el mío por mi Ser. Y a menudo, hoy, que me pare a recordarme a mí mismo que lo único que puede hacerme daño es mi propia condenación. Soy libre de abandonarla, con la ayuda del Espíritu Santo, de mi Ser interno, y de todos los ángeles del Cielo.
Cada vez que sienta una ráfaga de juicio dentro, dondequiera que se dirija, que lleve el caso a un Tribunal Supremo, y que oiga al Espíritu Santo declarar sin lugar el caso contra mí (T.5.VI,4,10).
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