No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
1. (196) No puede ser sino a mí mismo a quien crucifico.
2Todo lo que hago, me lo hago a mí mismo. 3Si ataco, sufro. 4Mas si perdono, se me dará la salvación.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-216-audios-mp3_rf_4927011_1.html
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 216 - 4 AGOSTO
“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”
(196) “No puede ser sino a mí mismo a quien crucifico”
“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”
SEXTO REPASO. INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Propósito: Repasar cuidadosamente las últimas 20 lecciones, cada una de las cuales contiene todo el plan de estudios en su totalidad y, por lo tanto, es suficiente para la salvación, si se entiende, se practica, se acepta y se aplica sin excepción.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: por lo menos quince minutos.
- Repite: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.
- Cierra los ojos y abandona todo lo que abarrota tu mente, olvídate de todo lo que crees saber. Dedícale el tiempo al Espíritu Santo, tu Maestro. Si te das cuenta de algún pensamiento de distracción, de inmediato niega que seas su presa, asegurándole a tu mente que ya no lo quieres más. Luego abandónalo y sustitúyelo con la idea del día. Di: “No quiero este pensamiento. El que quiero es ________” (la idea del día).
Observaciones: Estamos intentando ir más allá de las formas especiales de práctica porque lo que estamos intentando es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios, que es nuestro objetivo.
Recordatorios cada hora: Repite: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.
Respuesta a la tentación: No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. Luego descarta tranquilamente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día, diciendo: “No quiero este pensamiento. El que quiero es ________” (la idea del día).
COMENTARIOS SOBRE LA PRÁCTICA
- Intentamos abandonar las palabras.
- Intentamos abandonar las formas especiales de practicar.
Para las sesiones de práctica más largas nuestras únicas instrucciones son:
- Vaciar nuestra mente de todo lo que la abarrota y olvidar todo lo que pensábamos que sabíamos.
- Entregamos nuestras sesiones de práctica al Espíritu Santo, Quien nos enseñará qué pensar, decir y hacer, y Quien guiará nuestras sesiones de práctica.
Hay dos excepciones a esta falta de estructura:
- Se nos dice que no dejemos pasar ningún pensamiento vano o distraído sin respuesta durante nuestro tiempo de quietud.
- Se nos dan unos pocos pensamientos concretos (unas pocas líneas) para la lección de cada día, para que nos ayuden en nuestra práctica.
Comentario
La esencia del pequeño resumen de hoy es la primera frase: “Todo lo que hago, me lo hago a mí mismo” (1:2). Si aplicáramos constantemente esa sola idea, ¡qué transformación habría en nuestro papel en el mundo! Mi propia lista personal (tú puedes hacer la tuya propia):
¿Cómo saludo a la gente por teléfono?
¿Cómo respondo cuando me interrumpen?
¿Cómo trato a las personas que me sirven en las tiendas y restaurantes?
¿Cómo reacciono a los fragmentos de noticias que oigo en los programas informativos?
¿Cómo trato a los pobres y sin hogar con los que me encuentro?
¿Qué pienso de los que son muy ricos?
¿Qué pienso de los demás conductores?
¿Qué digo a otros acerca de mis amigos cuando no están presentes?
“Todo lo que hago, me lo hago a mí mismo”. ¿Es de extrañar que me sienta tratado injustamente o que sienta que nadie me comprende? Todos estos pequeños “ejemplos” son expresiones del deseo del ego de crucificar al Hijo de Dios. Cada uno de ellos muestra el modo en que me trato a mí mismo cuando escucho a mi ego. Esto explica esa frase maravillosa del Manual: “El maestro de Dios es generoso en interés propio” (M.4.VII.2:1).
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