martes, 2 de julio de 2019

UN CURSO DE MILAGROS. 2 de Julio. LECCIÓN 183


LECCIÓN 183

Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.

1. El Nombre de Dios es sagrado, pero no es más sagrado que el tuyo. 2Invocar Su Nombre es invocar el tuyo. 3Un padre le da su nombre a su hijo y, de este modo, identifica a su hijo con él. 4Sus hermanos comparten su nombre y, así, están unidos por un vínculo en el que encuentran su identidad. 5El Nombre de tu Padre te recuerda quién eres incluso en un mundo que no lo sabe, e incluso cuando tú mismo no lo has recordado.

2. El Nombre de Dios no puede ser oído sin que suscite una res­puesta, ni pronunciado sin que produzca un eco en la mente que te exhorta a recordar. 2Di Su Nombre, y estarás invitando a los ángeles a que rodeen el lugar en el que te encuentras, a cantarte según despliegan sus alas para mantenerte a salvo y a protegerte de cualquier pensamiento mundano que quisiera mancillar tu santidad.

3. Repite el Nombre de Dios, y el mundo entero responderá aban­donando las ilusiones. 2Todo sueño que el mundo tenga en gran estima de repente desaparecerá, y allí donde parecía encontrarse hallarás una estrella, un milagro de gracia. 3Los enfermos se levantarán, curados ya de sus pensamientos enfermizos. 4Los cie­gos podrán ver y los sordos oír. 5Los afligidos abandonarán su duelo, y sus lágrimas de dolor se secarán cuando la risa de felici­dad venga a bendecir al mundo.

4. Repite el Nombre de Dios y todo nombre nimio deja de tener significado. 2Ante el Nombre de Dios, toda tentación se vuelve algo indeseable y sin nombre. 3Repite Su Nombre, y verás cuán fácilmente te olvidas de los nombres de todos los dioses que honrabas. 4Pues habrán perdido el nombre de dios que les otorgabas. 5Se volverán anónimos y dejarán de ser importantes para ti, si bien, antes de que dejases que el Nombre de Dios reemplazase a sus nimios nombres, te postrabas reverente ante ellos llamándo­los dioses.

5. Repite el Nombre de Dios e invoca a tu Ser, Cuyo Nombre es el Suyo. 2Repite Su Nombre, y todas las cosas insignificantes y sin nombre de la tierra se ven en su correcta perspectiva. 3Aquellos que invocan el Nombre de Dios no pueden confundir lo que no tiene nombre con el Nombre, el pecado con la gracia, ni los cuer­pos con el santo Hijo de Dios. 4si te unes a un hermano mien­tras te sientas con él en silencio y repites dentro de tu mente quieta el Nombre de Dios junto con él, habrás edificado ahí un altar que se eleva hasta Dios Mismo y hasta Su Hijo.

6. Practica sólo esto hoy: repite el Nombre de Dios lentamente una y otra vez. 2Relega al olvido cualquier otro nombre que no sea el Suyo. 3No oigas nada más. 4Deja que todos tus pensamientos se anclen en Esto. 5No usaremos ninguna otra palabra, excepto al principio, cuando repetimos la idea de hoy una sola vez. 6Y enton­ces el Nombre de Dios se convierte en nuestro único pensamiento, nuestra única palabra, lo único que ocupa nuestras mentes, nues­tro único deseo, el único sonido que tiene significado y el único Nombre de todo lo que deseamos ver y de todo lo que queremos considerar nuestro.

7. De esta manera extendemos una invitación que jamás puede ser rechazada. 2Y Dios vendrá, y Él Mismo responderá a ella. 3No pienses que Él oye las vanas oraciones de aquellos que lo invocan con nombres de ídolos que el mundo tiene en gran estima. 4De esa manera nunca podrán llegar a Él. 5Dios no puede oír peticio­nes que le pidan que no sea Él Mismo o que Su Hijo reciba otro nombre que no sea el Suyo.

8. Repite el Nombre de Dios, y lo estarás reconociendo como el único Creador de la realidad. 2Y estarás reconociendo asimismo que Su Hijo es parte de Él y que crea en Su Nombre. 3Siéntate en silencio y deja que Su Nombre se convierta en la idea todo ­abarcadora que absorbe tu mente por completo. 4Acalla todo pen­samiento excepto éste. 5Deja que ésta sea la respuesta para cual­quier otro pensamiento, y observa cómo el Nombre de Dios reemplaza a los miles de nombres que diste a todos tus pensa­mientos, sin darte cuenta de que sólo hay un Nombre para todo lo que existe y jamás existirá.

9. Hoy puedes alcanzar un estado en el que experimentarás el don de la gracia. 2Puedes escaparte de todas las ataduras del mundo, y ofrecerle a éste la misma liberación que tú has encontrado. 3Pue­des recordar lo que el mundo olvidó y ofrecerle lo que tú has recordado. 4Puedes también aceptar el papel que te corresponde desempeñar en su salvación, así como en la tuya propia. 5ambas se pueden lograr perfectamente.

10. Recurre al Nombre de Dios para tu liberación y se te conce­derá. 2No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás. 3Las palabras son irrelevantes y las peticiones innecesarias cuando el Hijo de Dios invoca el Nombre de su Padre. 4Los Pensamientos de su Padre se vuelven los suyos propios. 5El Hijo de Dios reivindica su derecho a todo lo que su Padre le dio, le está dando todavía y le dará eternamente. 6Lo invoca para dejar que todas las cosas que creyó haber hecho que­den sin nombre ahora, y en su lugar el santo Nombre de Dios se convierta en el juicio que él tiene de la intranscendencia de todas ellas.

11. Todo lo insignificante se acalla. 2Los pequeños sonidos ahora son inaudibles. 3Todas las cosas vanas de la tierra han desapare­cido. 4El universo consiste únicamente en el Hijo de Dios, que invoca a su Padre. 5Y la Voz de su Padre responde en el santo Nombre de su Padre. 6La paz eterna se encuentra en esta eterna y serena relación, en la que la comunicación transciende con creces todas las palabras, y, sin embargo, supera en profundidad y altura todo aquello que las palabras jamás pudiesen comunicar. 7Quere­mos experimentar hoy esta paz en el Nombre de nuestro Padre. 8Y en Su Nombre se nos concederá.



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Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson


LECCIÓN 183  -  2  JULIO

Invoco el Nombre de Dios y el mío propio

Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ nocherecordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.

Propósito: Dejar a un lado tu defensa especial de darle valor a otros dioses, de dar valor a los ídolos del mundo, para poder sentir el regalo de la gracia. Esta experiencia intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.

  • Repite la idea.
  • Luego siéntate en silencio y repite lentamente el Nombre de Dios, una y otra vez. Deja que Su Nombre sea la única idea que ocupa tu mente por completo. Deja que se convierta en tu único pensamiento, tu única palabra, el único Nombre de lo que quieres. Lámale a Dios, dándote cuenta de que Él es todo lo que quieres invitar a tu mente y que no hay nada más a lo que invitar.
  • Si entran en tu mente pensamientos de otra clase, responde con el Nombre de Dios. Date cuenta de que los pensamientos que te distraen invitan otras cosas a tu mente, otros dioses. Sin embargo, date cuenta de que únicamente existe un Nombre. Llámale y ve que reemplaza a todos los miles de nombres que le has dado a tus pensamientos.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).

Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cuando te sientas tentado a darle valor a los míseros dioses de este mundo, cuando te sientas tentado de apreciar un ídolo, repite el Nombre de Dios, y observa al ídolo convertirse en algo no deseado y sin nombre.

Comentario

Tal como se usa en esta lección y en la siguiente, el Nombre de Dios representa Su Identidad y nuestra identidad con Él. El Nombre de Dios no es Jehová, o Krishna, o Alá. Sin embargo cualquiera de esas palabras puede usarse para representar a Dios. Cuando esta lección nos ruega “repite el Nombre de Dios”, entonces ¿qué decimos? La palabra que usemos no importa, es la idea de Su Identidad lo que tiene que ser lo más importante en nuestra mente. Podemos decir “Dios” una y otra vez, o “Padre”, o “Madre Divina”, o cualquier palabra que para nosotros represente mejor la Identidad de Dios.

La práctica general que se explica en esta lección es muy parecida a las prácticas de las religiones orientales de repetir el Nombre de Dios una y otra vez, y la intención es la misma. En las prácticas espirituales de Oriente, esto a veces se hace cantando. Por ejemplo, a la religión Hare Krishna se la llama así por la práctica de cantar repetidamente casi sin para “Hare Krishna. Hare Rama”, siendo Krishna y Rama Nombres de Dios para ellos. Un grupo cristiano al que pertenecí una vez, daba la mayor importancia a repetir las palabras “O Señor Jesús”, durante largos periodos de tiempo, con la misma intención, y a menudo con resultados sorprendentes. Aunque este tipo de práctica no es una de las que se le da mayor importancia en el Curso, a la vista está que es uno de los medios que ofrece el Curso para ayudarnos a encontrar el instante santo. La única diferencia que veo aquí es que (en 5:4) las repeticiones tienen que ser silenciosas y hacerse “dentro de la mente quieta”, en lugar de en voz alta.

Al poner toda nuestra atención en la Identidad de Dios, soltamos el agarre que todos los nombres menores tienen en nuestra mente. Contrarrestamos la ilusión de la separación al reconocer el único Nombre que representa a todo lo que existe: “sólo hay un Nombre para todo lo que existe y jamás existirá” (8:5).

En esta lección se le atribuyen muchos resultados a repetir el Nombre de Dios: nos recuerda nuestra identidad con Él (1:5), invita a los ángeles a que nos rodeen y nos mantengan a salvo, reconociendo la santidad que compartimos con Dios (2:2), hace que el mundo abandone las ilusiones (3:1), hace que se derrumben todos los ídolos (4:1,3-4), invoca a nuestro Ser, la extensión de Dios que somos (5:1), reconoce a Dios como el único Creador de la realidad (8:1).

También se nos anima a hacer esta práctica con alguien más, sentados juntos en silencio y repitiendo el Nombre de Dios en nuestra mente; esto parece tener un mérito especial pues con ello edificamos “ahí un altar que se eleva hasta Dios Mismo y hasta Su Hijo” (5:4). Que yo sepa éste es el único lugar en el Curso en el que se menciona la meditación con otro, pero está muy a favor de ello, e indica que hay un valor añadido en juntarse con otros para meditar.

La idea principal de la práctica parece ser que el pensamiento de Dios reemplaza a cualquier otra idea en nuestra mente; y si entran otras ideas, podemos responder a ellas con el Nombre de Dios (8:3-5). En lugar de orar por cosas concretas, o por personas concretas (todas ellas tienen nombres que las diferencian y separan de todo lo demás), repetimos el Nombre de Dios que las incluye a todas ellas. “No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás” (10:2). Mientras repetimos el Nombre de Dios, podemos cambiar nuestro estado mental para sentir el regalo de la gracia (9:1); finalmente venimos a un lugar donde “El universo consiste únicamente en el Hijo de Dios, que invoca a su Padre” (11:4).

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