No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.
1. (188) La paz de Dios refulge en mí ahora.
2Permaneceré muy quedo y dejaré que la tierra se aquiete junto conmigo. 3Y en esa quietud hallaremos la paz de Dios. 4Está dentro de mi corazón, el cual da testimonio de Dios Mismo.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-208-audios-mp3_rf_4853560_1.html
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 208 - 27 JULIO
“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”
(188) “La paz de Dios refulge en mí ahora”
“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”
SEXTO REPASO. INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Propósito: Repasar
cuidadosamente las últimas 20 lecciones, cada una de las cuales
contiene todo el plan de estudios en su totalidad y, por lo tanto, es
suficiente para la salvación, si se entiende, se practica, se acepta y
se aplica sin excepción.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: por lo menos quince minutos.
- Repite: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.
- Cierra los ojos y abandona todo lo que abarrota tu mente, olvídate de todo lo que crees saber. Dedícale el tiempo al Espíritu Santo, tu Maestro. Si te das cuenta de algún pensamiento de distracción, de inmediato niega que seas su presa, asegurándole a tu mente que ya no lo quieres más. Luego abandónalo y sustitúyelo con la idea del día. Di: “No quiero este pensamiento. El que quiero es ________” (la idea del día).
Observaciones: Estamos intentando ir más allá de las formas especiales de práctica porque lo que estamos intentando es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios, que es nuestro objetivo.
Recordatorios cada hora: Repite: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.
Respuesta a la tentación: No dejes
pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. Si adviertes
alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente
que no es eso lo que quiere. Luego descarta tranquilamente el
pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la
idea con la que estés practicando ese día, diciendo: “No quiero este pensamiento. El que quiero es ________” (la idea del día).
COMENTARIOS SOBRE LA PRÁCTICA
- Intentamos abandonar las palabras.
- Intentamos abandonar las formas especiales de practicar.
Para las sesiones de práctica más largas nuestras únicas instrucciones son:
- Vaciar nuestra mente de todo lo que la abarrota y olvidar todo lo que pensábamos que sabíamos.
- Entregamos nuestras sesiones de práctica al Espíritu Santo, Quien nos enseñará qué pensar, decir y hacer, y Quien guiará nuestras sesiones de práctica.
Hay dos excepciones a esta falta de estructura:
- Se nos dice que no dejemos pasar ningún pensamiento vano o distraído sin respuesta durante nuestro tiempo de quietud.
- Se nos dan unos pocos pensamientos concretos (unas pocas líneas) para la lección de cada día, para que nos ayuden en nuestra práctica.
Comentario
Una
y otra vez el Curso nos pide que “nos aquietemos”. Es sorprendente
cuánto beneficio puede obtenerse de una sencilla pausa, aunque sólo sean
diez segundos, cerrar los ojos y recordar la paz de Dios que está
dentro de mí. Sólo la palabra “paz”, repetida mentalmente, puede tener
un efecto relajante y sanador sobre la mente. Esto no es algo que venga
sin nuestra colaboración activa. La práctica es necesaria. “Me
aquietaré” es un acto de voluntad, una elección, una decisión. Hay que
parar la frenética y continua corriente de pensamientos y
preocupaciones, y la mente tiene que volverse hacia esa “quietud” (1:3)
que está “dentro de mi corazón” (1:4).
La
mayoría de nuestras horas de vigilia (y probablemente mientras
dormimos, aunque no nos demos cuenta de ello) las pasamos con distintas
preocupaciones que, cuando las despojamos de todo y las reducimos a lo
básico, son preocupaciones acerca de nuestro cuerpo, de un modo u otro.
Los cuidados diarios de bañarse, arreglarse, vestirse, y descansar
nuestro cuerpo, está continuamente en nuestra mente. El tiempo que
pasamos “ganándonos la vida” se necesita por la necesidad de dinero para
comprar comida, ropa y alojamiento, y para nuestra diversión. Pero no
somos cuerpos. Necesitamos recordatorios frecuentes de este hecho.
Necesitamos pararnos y decirnos a nosotros mismos: “Paz, aquiétate”.
Parece más fácil no hacer el esfuerzo, simplemente dejar que la
corriente de preocupaciones corporales nos arrastre hacia delante de un
momento al siguiente. Sin embargo, cuando hacemos el esfuerzo, cuando
nos salimos de la corriente de pensamientos durante un minuto para
aquietarnos y encontrar la paz de Dios, todo empieza a ir sin problemas
ni complicaciones. Nos sentimos más felices que antes. Como dice un
antiguo cántico cristiano: “Las cosas que antes eran preocupaciones
desesperadas, ahora no pueden alterar mi descanso”.
Tenemos
una fuente de paz dentro de nuestro corazón. Espera a que echemos mano
de ella y bebamos su refrescante agua. Está aquí ahora, brillando dentro
de nosotros. Ahora mismo, y a menudo durante el día de hoy: “Me
aquietaré”. Acudiré a esa riqueza interior que “da testimonio de Dios
Mismo” (1:4).
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