LECCIÓN 335
Elijo ver la impecabilidad de mi herman@
1.
Perdonar es una elección. 2Nunca veo a mi hermano tal como es, pues
eso está mucho más allá de la percepción. 3Lo que veo en él es
simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. 4A
eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los
acontecimientos externos. 5Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y
sólo eso, es lo que veo. 6La impecabilidad de mi hermano me muestra
que quiero contemplar la mía propia. 7Y la veré, puesto que he
decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.
2. ¿De qué otro modo podría restituírseme Tu
recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? 2Su santidad me
recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. 3En él
encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 335 - 1 DICIEMBRE
“Elijo ver la impecabilidad de mi hermano”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Observaciones generales: Ahora,
en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos,
empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del
Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una
gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final
del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado
cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita
para que Él venga a ti.
Comentario
Esto
continúa el pensamiento de la lección de ayer acerca de decidir y elegir. Ayer
leímos acerca de elegir seguir la Voz de Dios, y contemplar la inocencia de
nuestros hermanos. Hoy leemos:
Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal
como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es
simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. (1:1-3)
En otras palabras, lo que
vemos procede de las elecciones que hemos hecho acerca de lo que queremos ver.
El Texto habla de “La Decisión a favor de la Inocencia” (T.14.III). Dice (ver
el párrafo 4 de esa sección) que tenemos que tomar la decisión de ver la
inocencia y no la culpa. Si tomamos esa decisión, eso es lo que veremos.
Es sorprendente que se nos
diga que nunca vemos a nuestros
hermanos como son (1:2). Ver o percibir (que es una forma dualista de conocer,
en la que uno se ve separado de lo que está viendo) no puede darse cuenta de la
realidad de lo que somos. Lo que vemos siempre es un símbolo, una representación
imperfecta. No es extraño que sea tal fácil que la percepción sea errónea.
La percepción errónea en
cuanto a culpa e inocencia sucede así: Veo culpa en mí, quiero librarme de
ella, así que la proyecto sobre mi hermano. Le veo culpable porque quiero y lo
he elegido. Pienso que esto me liberará de la culpa.
La corrección de la
percepción sucede a la inversa: Me doy cuenta de que no estoy en paz y, por lo
tanto, debo haber decidido de manera equivocada. Decido ver la inocencia de mi
hermano. Cuando he tomado esa decisión de verdad, veré su inocencia. Ésta es
una ley: “ves lo que crees que está ahí, y
crees que está ahí porque quieres que lo esté” (T.25.III.1:3). “Cuando lo único que desees sea amor no
verás nada más” (T.12.VII.8:1).
Lo que vemos siempre es lo
que elegimos ver porque queremos
verlo. “A eso es a lo único que respondo,
por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos” (1:4). El Curso es
consciente de que el modo en que describe la percepción no es como nos parece a
nosotros. Estamos completamente convencidos de que estamos viendo lo que
estamos viendo porque así es como es. Creemos que son los
acontecimientos de fuera de nosotros los que nos imponen esta percepción.
Cuando vemos a alguien como culpable, no es porque estamos eligiendo verlo de
ese modo, ¡es culpable! Pensamos que estamos viendo sólo lo que es verdad. El
Curso oye nuestras protestas y responde: “Por mucho que te parezca así, estás
equivocado, estás respondiendo únicamente
a lo que quieres ver, no a lo que está ahí realmente.
“Perdonar es una elección” (1:1). Podemos ver a nuestro
hermano como culpable o inocente, y la elección es 100% cosa tuya, no tiene
nada que ver con lo que hizo o no.
Estar
dispuesto a ver a mi hermano como inocente es señal de que estoy dispuesto a
verme a mí mismo como inocente (1:6-7). Estar dispuesto a ver a mi hermano como
inocente me demuestra que he empezado a abandonar la culpa en mi mente, que era
lo que causaba mi deseo de verle como culpable.
Vernos
unos a otros inocentes, vernos unos a otros sin pecado, nos trae el recuerdo de
Dios (2:1). Hay una fórmula que está a lo largo de todo el Curso: Primero vemos
el rostro de Cristo (la inocencia) unos en otros, luego recordamos a Dios. “En
él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti” (2:3).
Por eso, si quiero recordar a Dios, ¿qué puedo hacer? Elegir ver a mi hermano como inocente en lugar de culpable.
Encontramos el camino a Dios a través de nuestros hermanos.
¿Qué es el ego? (Parte 5)
L.pII.12.3:1-3
El Hijo de Dios no tiene ego. (3:1)
Esta es
la diferencia entre el ego y el Hijo de Dios. El Hijo de Dios, que es lo que yo
soy, ¡no tiene ego! El ego es señal de un ser separado y limitado. El Hijo de
Dios no está limitado ni separado de Dios. El Hijo no tiene límites y es tan
extenso como el Padre. En cualquier parte que está Dios, está el Hijo. Son Uno.
No existe el ego ni ningún ser que esté separado o que sea distinto de Dios.
Nuestro verdadero Ser no
sabe de la locura, la idea de la muerte de
Dios (o victoria sobre Él) es inconcebible porque el Hijo vive (mora) en Él
(3:2). Vive en la dicha eterna, y no conoce el dolor ni el sufrimiento.
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