LECCIÓN 339
Se me concederá todo lo que pida
1. Nadie desea el dolor. 2Pero puede creer que el dolor es
placer. 3Nadie quiere eludir su felicidad, 4mas puede
creer que la dicha es algo doloroso,
amenazante y peligroso. 5No hay nadie que no haya de recibir lo que
pida. 6Pero puede estar ciertamente confundido con respecto a lo
que quiere y al estado que quiere alcanzar. 7¿Qué podría pedir,
pues, que al recibirlo aún lo siguiese deseando? 8Ha pedido lo que
le asustará y le hará sufrir. 9Resolvamos hoy pedir lo que realmente
deseamos, y sólo eso, de manera que podamos pasar este día libres de temor, y
sin confundir el dolor con la alegría o el miedo con el amor.
2. Padre, Te ofrezco este día. 2Es un día en
el que no haré nada por mi cuenta, sino que tan sólo oiré Tu Voz en todo lo que
haga. aY así, Te pediré únicamente lo que Tú me ofreces y aceptaré
únicamente los Pensamientos que Tú compartes conmigo.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 339 - 5 DICIEMBRE
“Se me concederá todo lo que pida”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Observaciones generales: Ahora,
en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos,
empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del
Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una
gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final
del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado
cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita
para que Él venga a ti.
Comentario
¡Ésta
puede ser una idea terrible! Significa que todo lo que he recibido, yo lo he
pedido. No nos gusta oír eso, y puede parecer duro. “¿Tienes cáncer? Tú lo has
pedido”. Usado así es duro, un arma para la separación en lugar de un
instrumento para la unión. ¿Cómo puede alguien desear el dolor y la enfermedad?
El pensamiento parece absurdo.
Nadie desea el dolor. Pero puede creer que el dolor es placer. Nadie
quiere eludir su felicidad, mas puede creer que la dicha es algo doloroso, amenazante y peligroso. No hay nadie que no
haya de recibir lo que pida. Pero puede estar ciertamente confundido con
respecto a lo que quiere y al estado que quiere alcanzar. (1:1-6)
Por
supuesto que nadie quiere el dolor, nadie rechaza conscientemente la felicidad.
Si eso es así, y todo el mundo recibe lo que pide, entonces ¿cómo se presentan
el dolor y la infelicidad? Podríamos
seguir estos razonamientos y su conclusión:
Nadie quiere el dolor.
Por lo tanto, nadie pediría dolor.
Todo el mundo recibe lo que pide o quiere.
Por lo tanto, no podemos recibir dolor.
Eso
parece lógico, ¿verdad? Si las tres primeras son verdad, la cuarta debe ser
verdad. Entonces, ¿cómo llego al dolor? Debemos estar olvidando algo, nuestra
lógica tiene que tener algún fallo. El fallo está entre los puntos 1 y 2. Nadie
quiere el dolor, sin embargo, pedimos
dolor, por eso es por lo que lo recibimos.
La
lección explica que puedo estar confundido acerca de lo que quiero, que puedo
creer que el dolor es placer, o que la dicha
es algo doloroso, amenazante y peligroso. Esto último es un poco más fácil de
entender ya que es una experiencia corriente. ¿Nunca has tenido el pensamiento
“Esto es demasiado bueno para que dure”? O quizás te has sentido muy feliz en
una relación y de repente has tenido miedo de eso porque una parte de ti está
casi segura de que si bajas la guardia vas a recibir un buen golpe. Tenía una
amiga que entró en un estado mental elevado y completamente dichoso y se
mantuvo así durante casi tres semanas hasta que empezó a pensar “Esto es maravilloso.
Amo a todo el mundo, no tengo miedo de nada, pero si sigo viviendo así en este
mundo me van a crucificar. Tal vez no estoy iluminada, tal vez estoy loca”. Así
perdió la alegría, y nunca le volvió del mismo modo.
Realmente
pensamos que demasiada felicidad es amenazante y peligrosa. Valoramos mucho
nuestra desconfianza. Apreciamos mucho nuestras defensas. Tenemos miedo de
abrirnos a la dicha. Por eso, sin darnos cuenta la mayor parte del tiempo,
pedimos tristeza. Elegimos no estar en paz.
La
confusión entre dicha y dolor está mucho más profundamente enterrada, pero el
Curso nos enseña que el dolor confirma nuestra separación y justifica nuestras
barreras y defensas contra los demás. Lo elegimos para fortalecer nuestra
identidad como ego. Tal vez sea difícil creer que todo nuestro dolor y tristeza
es elegido, pero el Curso insiste mucho acerca de esto.
¿Qué podría pedir, pues, que al recibirlo aún lo siguiese deseando?
Ha pedido lo que le asustará y le hará sufrir. (1:7-8)
Realmente
elegimos cosas que nos asustan y que nos traen sufrimiento. Gran parte del
Texto está dedicado a que nos demos cuenta de esto, darnos cuenta de lo que
estamos eligiendo, para que así nos hagamos conscientes de lo absurdo que es, y
que tomemos otra decisión.
Resolvamos hoy pedir lo que realmente deseamos, y sólo eso, de manera
que podamos pasar este día libres de temor, y sin confundir el dolor con la
alegría o el miedo con el amor. (1:9)
Podemos cambiar nuestra
mente. Podemos empezar a elegir conscientemente la dicha de Dios en lugar del
dolor. Cuando surja un momento de dolor, podemos aceptar el hecho de que lo
estamos eligiendo, y elegir de nuevo. Podemos decir: “Esto no es lo que quiero,
elijo la dicha de Dios”. Podemos elegir paz en lugar del enfado. Un pensamiento
que repito tan a menudo que casi es un mantra es: “¡Uy! Ya me lo estoy haciendo
de nuevo”. Es sorprendente el cambio que puede traer a la vida de uno el darse
cuenta de ello.
Ahora lee la corta oración
que cierra esta lección, y empieza tu día con estos pensamientos. Si ya has
empezado el día, empiézalo de nuevo ahora mismo. Para un momento y acepta este
modo de pensar. Establecer el tono de tu mente justo ahora, te acompañará a lo
largo del día y te traerá cambios que ahora no puedes ver de antemano.
Padre, Te
ofrezco este día. Es un día en el que no haré nada por mi cuenta, sino que tan
sólo oiré Tu Voz en todo lo que haga. (2:1-2)
¿Qué es el ego? (Parte 9)
L.pII.12.5:1
Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en
luz y el altar a las ilusiones en
el templo a la Vida Misma. (5:1)
El
“oscuro altar” del ego es inundado de luz, y el sangriento altar a la muerte se
transforma en “el templo a la Vida Misma”. ¿Cómo? Con “una
sola azucena de perdón”. Pienso en un cuento de magia y fantasía, en el que la
heroína o el héroe entran en el templo negro y prohibido del dios del mal,
llevando sólo una flor. Con gran inquietud se acerca al altar y deposita sobre
él la azucena blanca y pura, y de repente toda la escena se transforma.
El
perdón es esa “magia”. Aunque no es magia, es un milagro. “El más santo de todos los lugares
de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente”
T.26.IX.6:1). Ése es el milagro que obra el perdón. Lo he visto con mis propios
ojos. He visto una relación llena de sangre y amargura transformarse en una
tierna dedicación del uno al otro, por medio del perdón. Esto no es una teoría
hueca, ni una fantasía idealista, el perdón funciona.
El
perdón deshace el ego. La más negra oscuridad que el ego haya manifestado se
llena de luz cuando el perdón la toca. No tenemos que tener miedo a mirar a la
oscuridad de nuestro ego, no hay nada que el perdón no pueda sanar.
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