LECCIÓN 229
El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy.
1. Busco mi verdadera Identidad, y la encuentro en estas palabras: "Soy Amor, pues el Amor fue lo que me creó". 2Ahora no necesito buscar más. 3El Amor ha prevalecido. 4Ha esperado tan quedamente mi regreso a casa, que ya no me volveré a apartar de la santa faz de Cristo. 5Y lo que contemple dará testimonio de la verdad de la Identidad que procuré perder, pero que mi Padre conservó a salvo para mí.
2. Padre,
te doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identidad
inalterada e impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que
mi alocada mente inventó. 2Y te doy gracias también por haberme salvado de ellos. 3Amén.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 229 - 17 AGOSTO
“El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Observaciones generales: Ahora,
en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos,
empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del
Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una
gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final
del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado
cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita
para que Él venga a ti.
Comentario
Muchas
de estas lecciones en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios,
mientras las leo, parecen expresar un estado mental que está más allá de
donde yo estoy. En realidad, hablan de mi verdadero estado
mental, el estado de mi mente recta. Éste es el estado mental que
podemos alcanzar en el instante santo. La mente recta no es un estado
futuro que estoy intentando alcanzar. Hay un aspecto de mi mente que ya
conoce estas cosas y las cree. Ésta es la parte de mi mente que me está
llevando al Hogar. “Ahora no necesito buscar más” (1:2), es la verdad en
este mismo instante. La que no es real es la parte de mi mente que las
pone en duda y las niega.
El
Amor es lo que soy, el Amor es mi Identidad. Que mire honestamente a lo
que creo que soy en Su lugar, porque al descubrir lo que no es Amor,
llegaré a conocer el Amor.
El
amor no es algo que se pueda aprender. Su significado reside en sí
mismo. Y el aprendizaje finaliza una vez que has reconocido todo lo que
no es amor. Ésa es la interferencia, eso es lo que hay que
eliminar. (T.18.IX.12:1-4)
El
Amor me ha esperado “tan quedamente” (1:4). El Amor es tranquilo porque
eso es lo que hace el perdón, “es tranquilo y sosegado, y no hace nada”
(L.pII.4:1). Mi propio Amor espera para perdonarme todo lo que creo
haber hecho, todo lo que he creído que era, diferente al Amor.
Verdaderamente “procuré perder” mi Identidad (1:5), pero Dios ha
guardado esa Identidad a salvo para mí, dentro de mí, como lo que yo
soy. “En medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente
inventó” (2:1), mi Padre ha mantenido mi Identidad intacta y sin pecado.
Que me concentre en esa Identidad ahora. Que dé gracias y exprese mi
agradecimiento a Dios por no haber perdido mi Identidad, aunque yo
estaba seguro de haberla perdido. No puedo ser otra cosa distinta de lo
que Dios me creó. “El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy”
¿Qué es el perdón? (Parte 9)
L.pII.1.5:1-2
Enfrentado
al contraste total entre el perdón y la falta de perdón, entonces ¿qué
tenemos que hacer? “No hagas nada, pues” (5:1). No se nos pide que
hagamos, se nos pide que dejemos de hacer, porque no es necesario hacer
nada. Para el ego hacer significa juzgar, y es al juicio a lo que
tenemos que renunciar. Si sentimos que hay que hacer algo, es un juicio
que afirma que nos falta algo dentro, y no nos falta nada. Eso es lo que
tenemos que recordar. Creer que tenemos que hacer algo es negar nuestra
plenitud, que nunca ha disminuido.
“Deja
que el perdón te muestre lo que debes hacer a través de Aquel que es tu
Guía” (5:1). Perdonarnos a nosotros mismos significa quitar las manos
del volante de nuestra vida, dejar de intentar “arreglar las cosas”, lo
que afirma que algo anda mal. Perdonar a otros significa que dejamos de
pensar que es cosa nuestra corregirles. El Espíritu Santo es el Único
Que conoce lo que tenemos que hacer, si fuera necesario, y Su dirección a
menudo nos sorprenderá. Sí, puede que tengamos que “hacer” algo, pero
no seremos nosotros los que lo decidiremos. Lo que hacemos es muy a
menudo desastroso, apagando el espíritu en lugar de afirmarlo,
alimentando la culpa en lugar de quitarla.
El
Espíritu Santo es mi Guía, Salvador y Protector. En cada situación en
la que me sienta tentado a hacer algo, que me pare y recuerde que mi
juicio no es de fiar, que lo abandone y lo ponga en Sus Manos. Él está
“lleno de esperanza, está seguro de que finalmente triunfarás” (5:1).
¿Con qué frecuencia, cuando me juzgo a mí mismo o a otro, estoy seguro
de que finalmente triunfaré? Que entonces ponga la situación al cuidado
de Uno que está seguro. Él me enseñará qué hacer.
“Él
ya te ha perdonado, pues ésa es la función que Dios le encomendó”
(5:2). Cada vez que Le traigo algo terrible que creo haber hecho, que
recuerde que “Él ya me ha perdonado”. No tengo por qué tener miedo de
entrar en Su Presencia. Su función, Su razón de ser, es perdonarme. No
juzgarme, ni castigarme, ni hacerme sentir mal, sino perdonar. ¿Por qué
voy a permanecer alejado un instante más? Que ahora descanse agradecido
en Sus amorosos brazos y Le oiga decir: “Lo que crees no es verdad”
(L.134.7:5). Él aquietará las inquietas aguas de mi mente, y me traerá
paz.
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