LECCIÓN 233
Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.
1. Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. 2No quiero quedarme con ninguno de ellos. 3En su lugar, dame los Tuyos. 4Te
entrego asimismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu
Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo
en vanas imaginaciones. 5Hoy vengo a Ti. 6Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. 7Sé
Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo
Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin
embargo, el perfecto regalo que Tú me haces.
2. Hoy nos dirige un solo Guía. 2Y mientras caminamos juntos le entregamos este día sin reserva alguna. 3Éste es Su día. 4Y por eso es un día de incontables dones y de infinitas mercedes para nosotros.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-233-audios-mp3_rf_5038090_1.html
2. ¿Qué es la salvación?
1. La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él. 2Y Él no puede dejar de cumplirla. 3Garantiza que al tiempo le llegará su fin, al igual que a todos los pensamientos que se originaron en él. 4La
Palabra de Dios se le concede a toda mente que cree tener pensamientos
separados, a fin de reemplazar, esos pensamientos de conflicto con el
Pensamiento de la paz.
2. El Pensamiento de la paz le fue dado al Hijo en el mismo instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra. 2Antes de eso no había necesidad de ese Pensamiento, pues la paz se había otorgado sin opuestos y simplemente era. 3Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación. 4Y
así, el Pensamiento que tiene el poder de subsanar la división pasó a
formar parte de cada fragmento de la mente que seguía siendo una, pero
no reconocía su unidad. 5Al no conocerse a sí misma, pensó que había perdido su Identidad.
3. La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. 2De esta manera, las ilusiones desaparecen. 3Al no prestarles apoyo, deja que simplemente se conviertan en polvo. 4Y lo
que ocultaban queda ahora revelado: un altar al santo Nombre de Dios
donde Su Palabra está escrita, con las ofrendas de tu perdón depositadas
ante él, y tras ellas, no mucho más allá, el recuerdo de Dios.
4. Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos. 2Ahí compartimos nuestro sueño final. 3Es éste un sueño en el que no hay pesares, pues contiene un atisbo de toda la gloria que Dios nos ha dado. 4En él se ve brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje. 5La tierra nace de nuevo desde una nueva perspectiva. 6La noche ya pasó, y ahora nos hemos unido en la luz.
5. Desde ahí le extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos. 2El himno que llenos de júbilo entonamos le proclama al mundo que la libertad
ha retornado, que al tiempo casi le ha llegado su fin y que el Hijo de
Dios tan sólo tiene que esperar un instante antes de que su Padre sea
recordado, los sueños hayan terminado, la eternidad haya disuelto al
mundo con su luz y el Cielo sea lo único que exista.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 233 - 21 AGOSTO
“Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Observaciones generales: Ahora,
en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos,
empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del
Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una
gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final
del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado
cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita
para que Él venga a ti.
Comentario
Una
cosa que me parece muy interesante acerca del Curso es que no es
quisquilloso en su teología. Hay lugares en el Curso que dejan muy claro
que Dios ni siquiera oye las palabras de nuestras oraciones y que,
conociendo únicamente la Verdad, Él no conoce nuestros errores.
Entonces, “lógicamente” las oraciones “deberían” ser dirigidas al
Espíritu Santo o a Jesús, de los que se habla como intermediarios entre
la verdad y las ilusiones, o un puente entre nosotros y Dios. Sin
embargo, aquí en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios tenemos 140
lecciones, cada una de las cuales contiene una oración dirigida al
“Padre”.
En
la lección de hoy, Le pedimos al Padre que nos guíe. Pero en otro
sitio, se define ser Guía como la función del Espíritu Santo. Así que
tengo la sensación de que Jesús (el autor) no está preocupado por la
estricta exactitud teológica. Pienso que él es un buen ejemplo a seguir
para nosotros. ¿Nos pediría que orásemos al Padre si fuera una práctica
espiritual sin importancia?
Si
no sacáramos nada más del Curso que la práctica de darle nuestra vida a
Dios para que Él nos dirija, estaríamos rápidamente de vuelta en el
Hogar. Podemos pedirle que reemplace nuestros pensamientos con los
Suyos, y que durante el día dirija todo lo que pensamos, todo lo que
hacemos y decimos. Literalmente pensar o actuar por nuestra propia
cuenta es una pérdida de tiempo. Su sabiduría es infinita, Su Amor y Su
ternura están más allá de lo que podemos comprender. ¿Podemos pedir un
Guía más fiable?
El primer paso para seguir la dirección de Dios es hacernos a un lado,
soltar las riendas de nuestra vida y ponerlas voluntariamente bajo Su
control. Su dirección llegará. A veces, tal vez en muy pocas ocasiones,
oiremos una Voz interior. Por experiencia personal, esto es muy raro.
Otras veces, sucederán cosas a nuestro alrededor que nos mostrarán muy
claramente el camino. O una seguridad interior surgirá sin razón
aparente. Quizá como “por casualidad” nos daremos cuenta de algo que
dice alguien, o una canción en la radio, o una frase de un libro. Si
estamos escuchando para oírle, Le oiremos.
Otra
solución es entregarle nuestro día a Él “sin reserva alguna” (2:2), es
decir, sin quedarnos nada para solucionar por nuestra cuenta. A veces
estamos tan obsesionados con lo que pensamos que queremos o necesitamos,
que no estamos dispuestos a oír nada en contra de ello. Y si no estamos
dispuestos a oír, no oiremos. Somos como un carrito de la compra roto,
que siempre tira para la izquierda o para la derecha, no respondemos
bien a la dirección. Tenemos que estar dispuestos a renunciar a todas
nuestras preferencias, a toda nuestra inversión en un resultado
determinado de antemano, y volvernos completamente dóciles,
completamente abiertos a cualquier dirección que Él quiera darnos. Como
dice un viejo cántico cristiano:
Hágase Tu Voluntad, Señor,
Hágase Tu Voluntad.
Tú eres el alfarero,
Yo soy la arcilla.
Moldéame y hazme,
Según Tu Voluntad,
Mientras espero,
Cediendo y en silencio.
Eso
es lo que significa hacernos a un lado. Así es como le damos nuestra
vida a Dios para que Él la guíe. Él nos guía. Nosotros Le seguimos, sin
dudar.
¿Qué es la salvación? (Parte 3)
L.pII.2.2:1-3
El
Pensamiento de la paz que es nuestra salvación “le fue dado al Hijo en
el mismo instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra”
(2:1). No transcurrió ningún tiempo entre el pensamiento de la guerra y
el Pensamiento de la paz. La salvación se dio en el mismo instante en
que surgió la necesidad. El Texto nos ofrece una imagen preciosa de
esto, que dice: “No se perdió ni una sola nota del himno celestial”
(T.26.V.5:4). La paz del Cielo no se vio alterada en absoluto. Y
habiéndose contestado, el problema se resolvió para todo el tiempo y por
toda la eternidad, en aquel instante de la eternidad.
Sin
embargo, nuestro descubrimiento de la salvación necesita tiempo. O por
lo menos así parece. Una semejanza: Imagínate que de repente, por una
razón desconocida hasta ahora, te ves con la carga de pagar unos
impuestos de hacienda de 10.000 euros, pero en ese mismo instante
alguien deposita un millón de euros en tu cuenta corriente. Podrías
pasar un montón de tiempo intentando conseguir el dinero que necesitas
si no sabes que lo tienes en tu cuenta corriente, pero en realidad no
tienes que hacer nada porque el problema ya está resuelto. Entonces,
todo lo que necesitas hacer es dejar de intentar solucionar el problema y
aprender que ya se ha solucionado.
Antes
de que surgiese el pensamiento de la separación (o de la guerra), no
había necesidad del “Pensamiento de la paz”. La paz simplemente existía,
sin opuestos. Así que podría decirse que el problema creó su propia
solución. Antes del problema, no había solución porque no había
necesidad de solución. Pero cuando surgió el problema, la solución ya
estaba allí. “Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de
curación” (2:3). El pensamiento de separación es lo que hace necesario
el pensamiento de sanación, pero cuando se acepta la sanación, o cuando
se abandona el pensamiento de separación, ya no es necesaria la
sanación. La sanación es un remedio temporal (relacionado con el
tiempo). En el Cielo no hay necesidad de sanación.
Como
el Curso dice acerca del perdón, debido a que hay una ilusión de
necesidad, se necesita una ilusión de respuesta o solución. Pero esa
“respuesta” es la simple aceptación de lo que siempre ha sido verdad, y
siempre lo será. La paz simplemente existe, y la salvación consiste en
nuestra aceptación de ese hecho. Tal como el Curso la ve, la salvación
no es una respuesta divina activa a una necesidad real. En lugar de
ello, es una aparente respuesta a un problema que no existe en la
realidad.
Por
eso el Curso le llama a nuestro camino espiritual “un viaje sin
distancia” (T.8VI.9:7) y ciertamente “una jornada que nunca comenzó”
(L.225.2:5). Mientras estamos en él, el viaje parece muy real, y a
menudo muy largo. Cuando termine, sabremos que nunca abandonamos el
Cielo, nunca fuimos a ninguna parte, y siempre hemos estado donde
estamos: en el Hogar en Dios. El viaje en sí mismo es imaginario.
Consiste en aprender poco a poco que la distancia que percibimos entre
nosotros y Dios no existe realmente.
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