LECCIÓN 264
El Amor de Dios me rodea
1. Padre, estás delante y detrás de mí, a mi lado, allí donde me veo a mí mismo y dondequiera que voy. 2Estás en todo lo que contemplo, en los sonidos que oigo y en cada mano que busca la mía.3En Ti el tiempo desaparece, y la idea del espacio se vuelve una creencia absurda. 4Pues lo que rodea a Tu Hijo y lo mantiene a salvo es el Amor Mismo. 5No hay otra fuente que ésa, y no hay nada que no comparta Su santidad, nada que se encuentre aparte de Tu única creación o que carezca del Amor que envuelve a todas las cosas dentro de Sí. 6Padre, Tu Hijo es como Tú. 7Hoy apelamos a Ti en Tu Propio Nombre, para estar en paz dentro de Tu eterno Amor.
2. Hermanos míos, uníos a mí en este propósito hoy. 2Ésta es la plegaria de la salvación. 3¿No deberíamos acaso unirnos a lo que ha de salvar al mundo y a nosotros junto con él?
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
------------------------------------------
INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 264 - 21 SEPTIEMBRE
“El Amor de Dios me rodea”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.
Comentario
La mayor parte de la lección de hoy es una oración preciosa, y mi sugerencia es que tomemos el tiempo no sólo de leerla, sino de leerla en voz alta, con todo el sentimiento de que seamos capaces. Jesús dice:
Hermanos míos, uníos a mí en este propósito hoy. Ésta es la plegaria de la salvación. (2:1-2)
¿Lo vas a hacer? Quizá podemos hacer una pausa al mediodía, cada uno en su zona horaria, y al hacerlo, darnos cuenta de que otros se están uniendo a nosotros en ese mismo momento para hacer juntos esta misma oración. Y Jesús se une a todos nosotros cada vez que repetimos: “Que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz” (L.360).
(Si no puedes hacer una pausa al mediodía, hazla en cualquier otro momento. Alguien, en alguna parte, se estará uniendo a ti.)
Imagínate el efecto en ti si por lo menos una vez por hora, y más si es posible, sencillamente te paras un instante y en silencio repites para tus adentros: “El Amor de Dios me rodea”.
“Dios es tu seguridad” dice la Lección 261. El propósito de estas diez lecciones es centrar nuestra atención sobre el amor, que es “invisible”, en lugar de prestar atención al cuerpo, que es visible. Un párrafo del Texto, que da la casualidad que estoy leyendo hoy, dice:
Cuando hiciste que lo que no es verdad fuese visible, lo que es verdad se volvió invisible para ti… Es invisible para ti porque estás mirando a otra cosa. (T.12.VIII.3:1,3)
Por lo tanto, lo que no se ve no ha desaparecido. El amor sigue estando en mi mente porque Dios lo puso allí. El amor sigue estando en todo, rodeándome, y lo veré si dejo de buscar otra cosa. Jesús dice que si miramos al amor el tiempo suficiente, lo que no existe se hará invisible para nosotros. Ese proceso es el cambio del que habla el Curso. Cuando dejamos de querer ver algo diferente al amor, sólo veremos amor. Ese resultado es inevitable porque el amor es lo único que existe.
Queremos ver separación, queremos ver cuerpos, porque pensamos que de algún modo eso nos mantiene a salvo. Mantiene nuestra individualidad. Sin embargo, nuestra verdadera seguridad está en el amor. Nuestra verdadera seguridad está en darnos cuenta de que somos parte de ese inmenso océano de amor que nunca termina. El cuerpo, el ego y la consciencia individual (separada del resto) no son lo que necesitamos conservar y aferrarnos a ello. Más bien, lo que necesitamos es unirnos a la Consciencia Universal y hacer nuestro papel en la unión con la Mente Universal, sin ningún propósito para esta parte pequeñita, sino únicamente un propósito que sirve al Todo.
El modo de sentir amor es dándolo. Pues si el amor es compartir, ¿cómo ibas a poder encontrarlo excepto a través de sí mismo? (T.12.VIII.1:5). Hoy voy a abrir mi corazón para amar a todos. Que sepa que ésta es mi función. Cuando abro mi corazón para que el amor se extienda hacia fuera, el amor entra a raudales. Y lo que amo es a mí mismo, y no algo que está separado de mí. No soy sólo una parte, existo en relación con todo el universo. El Todo está en cada parte. Todo está relacionado con todo lo demás, y sólo el Todo tiene significado. El Amor de Dios me rodea.
¿Qué es el cuerpo? (Parte 4)
L.pII.5.2:4-9
Nuestra identificación con el cuerpo parece protegernos del Amor. La locura del ego cree que la muerte “demuestra” que estamos separados. Sin embargo, en la realidad únicamente existe nuestra unidad. Si somos uno, la lección pregunta:
Pues si su unidad aún permaneciese intacta, ¿quién podría atacar y quién podría ser atacado? ¿Quién podría ser el vencedor? ¿Quién la presa? (2:4-6)
Creemos que el ataque es real, que hay víctimas y asesinos. Si nuestra unidad aún permanece intacta (2:4), esto no puede ser real. Y por lo tanto esas apariencias deben ser ilusorias, o de otro modo la unidadhabría sido destruida. Los horrores de este mundo son los intentos del ego de demostrar la destrucción de la unidad. La muerte es la prueba del ego de que “el eterno Hijo de Dios puede ser destruido” (2:9). Como alumnos del Espíritu Santo, negamos esto.
No negamos que, dentro de la ilusión, existan víctimas y asesinos. No fingimos que, debido a las bombas, niños hayan saltado por los aires, que no se practique el genocidio, que no haya atrocidades, que no esté habiendo guerras, que por todo el mundo no se estén destruyendo vidas y familias y estabilidad emocional. Todo esto es verdad dentro de la ilusión. Lo que negamos es toda la ilusión. Negamos que este cuadro represente a la realidad. Negamos que algo real pueda ser amenazado. Somos conscientes de que lo que vemos es sólo un sueño. Vemos a los personajes del sueño ir y venir, variar y cambiar, sufrir y morir. Mas no nos dejamos engañar por lo que vemos (M.12.6:6-8). Damos testimonio de la realidad, invisible a los ojos del cuerpo, pero que se ve con los ojos de Cristo.
La verdad es: la Unidad existe. El mundo, el cuerpo y la muerte, niegan esta verdad. Nuestra función como obradores de milagros es “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Negamos la separación, que es la negación de la verdad. Estamos con las manos extendidas para ayudar y, sobre todo, para demostrar la verdad de nuestra eterna unidad con nuestras palabras, nuestras acciones y nuestros pensamientos.
----------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario