LECCIÓN 249
El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida
1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. 2El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. 3¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? 4¿En qué pérdida se podría incurrir? 5El mundo se convierte en un remanso de dicha, abundancia, caridad y generosidad sin fin. 6Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. 7Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.
2. Padre, queremos devolverte nuestras mentes. 2Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. 3Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-249-audios-mp3_rf_5334595_1.html
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3. ¿Qué es el mundo?
1. El mundo es una percepción falsa. 2Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. 3Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. 4Cuando
el pensamiento de separación haya sido sustituido por uno de verdadero
perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de una
manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino
desaparecer junto con todos sus errores. 5Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.
2. El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. 2Es el símbolo del miedo. 3Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? 4El
mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar
en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar
separado de Él. 5Esa fue la cuna de la percepción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pensamientos tan descabellados. 6Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. 7Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.
3. Y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, 2que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar. 3Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. 4Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la verdad y donde se mantiene aparte de las mentiras. 5No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.
4. Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. 2Todo
sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó
como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo
propósito. 3Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. 4Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. 5Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.
5. No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. 2No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total. 3Y no intentemos cambiar nuestra función. 4Tenemos que salvar al mundo. 5Pues
nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los
ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese
pueda ser restituido a la vida eterna.
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INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 249 - 6 SEPTIEMBRE
“El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida”
Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
- Lee la lección.
- Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.
- Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.
Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.
Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.
- Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
- Piensa en ella durante un rato.
Observaciones generales: Ahora,
en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos,
empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del
Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una
gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final
del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado
cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita
para que Él venga a ti.
Comentario
No
perdonar es doloroso. Hay una tensión, una dureza, una coraza en el
corazón. Duele expulsar a alguien de mi corazón. El perdón pone fin a
ese sufrimiento, a ese dolor, a esa pérdida, a esa soledad.
No
es tan fácil creer que el perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda
pérdida. Todavía parece que parte de mi dolor no está relacionado con la
falta de perdón, sin embargo lo está, todo ello.
Es
cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón.
No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma
(L.193.4:1-2).
Si
no sufro ni siento ninguna pérdida, si perdono tal como dice el Curso
que lo haga, y veo que no hubo pecado, que no fui herido, y que no he
perdido nada, entonces, “la ira no tiene sentido” (1:1). Si no hay ira,
no hay ataque. Si todas nuestras mentes aceptasen el perdón (recibir el
perdón así como darlo), no habría sufrimiento ni pérdida.
El mundo se convierte en un remanso de dicha, abundancia, caridad y generosidad sin fin (1:5).
Así
es como veré el mundo cuando lo contemple con los ojos de Cristo.
Incluso cuando estaba siendo crucificado, Jesús vio el mundo de esta
manera, y su corazón estaba lleno de “caridad y generosidad sin fin”
hacia aquellos que le condenaron y le clavaron los clavos.
Ver
el “mundo real” no significa que de repente todos a nuestro alrededor
se transformen en seres angelicales. Jesús vio el mundo real y, sin
embargo, fue crucificado. Pero ¡él no sufrió, ni sintió ninguna pérdida!
Él ya no se identificaba con su cuerpo, sabía que el cuerpo no podía
morir porque nunca estuvo vivo, así que no estaba perdiendo su vida. Del
mismo modo para nosotros, alcanzar el mundo real por medio del perdón
no significa que toda nuestra vida se transforme en un camino sembrado
de rosas hasta la gloria. Puede haber resistencia. Puede que haya quien
quiera hacernos daño. Nuestro cuerpo puede enfermar. Nuestros seres
amados morirán, se robarán coches, se incendiarán las casas, se perderán
trabajos. La mente que ha sanado no verá pérdida, ni sentirá
sufrimiento, sabiendo que “nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2).
Creo
que cuantas más mentes acepten el perdón, el reflejo físico de esas
mentes cambiará también, volviéndose más pacíficas, más amorosas, más
abundantes, más llenas de ternura y caridad. Sin embargo, el cambio del
reflejo físico es un efecto secundario, no es el objetivo. El objetivo
es devolverle nuestra mente a Dios.
Cuando
nuestra mente ha alcanzado esa percepción verdadera elevada, el Cielo
está muy cerca. El mundo “se transforma en un instante en la luz que
refleja” (1:6).
Que
hoy le devuelva mi mente a Dios. Que me libere de la amargura, y que
calme mi mente de sus miedos, de su violencia y muerte. Que hoy descanse
en Dios. Que perdone todo lo que parece desearme daño y, al hacerlo
así, me libere a mí mismo de todo sufrimiento. Que hoy me libre de todo
sufrimiento. Que hoy esté en paz.
¿Qué es el mundo? (Parte 9)
L.pII.3:5:1-2
Aunque
el Curso dice: “el mundo es una percepción falsa” (1:1), el Curso no
desprecia al mundo. Al contrario, Jesús nos pide: “No nos quedemos
tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción”
(5:1). No le damos la espalda al mundo, no nos sacudimos el polvo de los
pies y nos alejamos. Ciertamente, no podemos hacer eso aunque lo
deseáramos, porque el mundo es parte de nosotros mismos, nuestra culpa,
las partes de nosotros que hemos rechazado, proyectado fuera y dado
forma. Si voy a salvarme, el mundo tiene que salvarse, porque el mundo
soy yo mismo.
La
salvación, para ser salvación, tiene que ser completa. Nada puede
dejarse fuera de ella. “No nos demos por satisfechos hasta que el perdón
sea total” (5:2). Se nos pide que no nos quedemos contentos y
satisfechos con nuestra salvación individual. La “salvación individual”
es una contradicción, un imposible. La separación es el infierno, la
salvación es la unidad. ¿Cómo puedo yo salvarme, separado de ti, si la
salvación es el fin de la separación?
Hay
una tendencia entre los estudiantes del Curso, especialmente con eso de
que es un “curso de auto-estudio”, de volverse introvertidos y de
ocuparse de su propio desarrollo espiritual, y bastante indiferentes
hacia llevar al resto del mundo a unirse a nuestra percepción cambiada.
Algo a lo que se le da muchísima importancia a lo largo del
Curso, pero que parece perderse de vista en el camino, es la idea de
que se nos pide salvar al mundo. “Oh, ¿no es eso hacer real a la
ilusión? ¿No es una traición a la enseñanza no-dualista del Curso decir
que nuestra tarea es llevar luz a la oscuridad? ¿No llevamos nuestra
oscuridad a la luz?” Jesús no parece pensar que una excluye a la otra.
Lee estas dos frases de nuevo. O escucha estas palabras del Texto:
Tú
que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar
la luz a la oscuridad. La oscuridad en ti se llevó ante la luz. Lleva
esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste
tu oscuridad. (T.18.III.7:1-3)
Una
y otra vez el Curso señala que no podemos tener certeza, que no podemos
reconocer completamente la verdad en nosotros hasta que la compartimos
con otros, “Al dar es como reconoces que has recibido” (L.159.1:7).
Darle la espalda al mundo es dejar sin sanar la falta de perdón en
nuestra mente. Nuestra tarea no es predicar al mundo, ni discutir para
que esté de acuerdo con nosotros, ni “convertir” a nadie. Nuestra tarea
es perdonar al mundo, abrir nuestro corazón al mundo con amor. Es borrar
la culpa de todas las mentes a través de nuestro perdón. Con
nuestros pensamientos, palabras, y hechos, comunicar el mensaje que el
Curso dice que es su objetivo central:
“El Hijo de Dios es inocente” (T.13.I.5:1, M.1.3:5, M.27.7:8).
En
este programa de estudios no hay conflictos, pues sólo tiene un
objetivo, no importa cómo se enseñe. Todo esfuerzo que se haga en su
favor se le ofrece a la eterna gloria de Dios y de Su creación con el
solo propósito de liberar de la culpabilidad. Y cada enseñanza que
apunte en esa dirección apunta directamente al Cielo y a la paz de Dios.
(T.14.V.6:3-5)
Y
se nos pide que no nos quedemos contentos ni satisfechos hasta que el
perdón sea completo, y se haya quitado toda culpa de cada mente
atormentada.
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